La administración de Donald Trump ha revelado en su Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) un enfoque explícito hacia Europa que prioriza el fomento de la "resistencia" interna contra lo que describe como una "trayectoria decadente actual" del continente, marcada por la integración de la Unión Europea y sus políticas migratorias. El documento, publicado el pasado jueves por la Casa Blanca, advierte de un "borrado civilizatorio" en las próximas dos décadas y cuestiona la fiabilidad futura de aliados clave como Alemania. Esta visión no solo critica duramente a Bruselas por "socavar la soberanía nacional", sino que celebra la "creciente influencia de los partidos patrióticos europeos" como un motivo de "gran optimismo", posicionando a Washington como promotor activo de un "renacimiento nacionalista".

En la práctica, esta estrategia se traduce en un apoyo directo a formaciones de extrema derecha como Alternativa para Alemania (AfD) o Vox en el Estado español, con gestos concretos que incluyen visitas de altos cargos de AfD a la Casa Blanca en septiembre y la presencia de figuras como el vicepresidente J.D. Vance durante la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero. Trump y sus funcionarios han expresado previamente admiración por líderes declarados antiinmigración y anti-UE, como Viktor Orbán en Hungría o Giorgia Meloni en Italia, alineando la política exterior estadounidense con narrativas que equiparan la diversidad cultural a una amenaza existencial. Aunque el texto oficial evita detalles operativos, analistas interpretan estas acciones como un intento de interferir en elecciones europeas, similar a tácticas observadas en campañas pasadas de Musk en plataformas como X, donde se ha normalizado el respaldo a AfD, entre otros.

La influencia directa de la Casa Blanca en la creación, financiamiento y apoyo a estos partidos de extrema derecha se verá aumentada, según el está previsto en la ESN. Aunque el documento oficial evita detalles operativos sobre flujos financieros directos, existen evidencias fundadas de conexiones transatlánticas que revelan una red sofisticada que incluye think tanks como el Danube Institute en Hungría, financiado por aliados de Orbán y que ha canalizado más de 1,4 millones de dólares a investigadores derechistas estadounidenses, algunos con roles en la administración Trump, para fomentar colaboraciones juveniles con partidos como AfD, Vox y la Lega italiana. Eventos como la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), impulsada por la Heritage Foundation, han servido de plataforma para forjar lazos, con ediciones en Budapest y Varsovia que reúnen a líderes de Fidesz, PiS y Vox, promoviendo narrativas compartidas contra la "agenda woke" y la integración UE. 

La "respuesta" europea

La reacción europea a esta ESN ha sido de profunda consternación y rechazo unánime por parte de los mayoría de líderes, quienes ven en ella no solo una "afrenta a la alianza transatlántica", sino un "eco directo de la propaganda rusa" y de "teorías conspirativas reaccionarias" como la del "Gran Reemplazo". Figuras clave como el expresidente del Consejo Europeo Antonio Costa han calificado el documento de "inaceptable" por su respaldo explícito a partidos fascistas, advirtiendo que la interferencia estadounidense en la política interna del continente socava su soberanía. Costa, en un discurso en el Instituto Jacques Delors de París, enfatizó que "las relaciones entre aliados han cambiado", pero no para justificar la promoción de fuerzas que dividen a Europa. De igual modo, la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, replicó que la Unión Europea representa "la esencia misma de la libertad", y que cualquier crítica a las libertades "debería dirigirse a regímenes como el ruso".

Este malestar se ha extendido a capitales como Berlín y París, donde el canciller alemán Friedrich Merz ha declarado que partes del documento son "inaceptables" desde la perspectiva europea, urgiendo a la UE a volverse "más independiente" en materia de seguridad para no depender de un socio que cuestiona su viabilidad futura. El ex primer ministro sueco Carl Bildt lo tildó en X de "lenguaje que solo sale de mentes extrañas del Kremlin", posicionando a EE.UU. "a la derecha de la extrema derecha europea", mientras que el exembajador francés en Washington, Gérard Araud, lo describió como un "panfletario de ultraderecha" que confirma a Trump como "enemigo de Europa".