Alemania ha lanzado una Estrategia Nacional del Hidrógeno con el objetivo de convertirse en líder global en esta tecnología, a pesar de las dificultades derivadas de sus condiciones locales para producir electricidad “renovable”. Dado que el país dependerá en gran medida de las importaciones del denominado “hidrógeno verde”, el gobierno alemán está construyendo una infraestructura básica de hidrógeno utilizando gasoductos existentes y nueva infraestructura, con el fin de comenzar a utilizar este combustible el próximo año. Sin embargo, el desafío radica en la capacidad de producción interna de energías renovables, que sigue siendo insuficiente para cubrir la demanda futura de hidrógeno.
El concepto de “friendshoring”, adoptado por los investigadores, sugiere que Alemania podría compensar su desventaja en costos energéticos importando productos como arrabio, amoníaco o metanol desde mercados de energía líquida. Esta estrategia permitiría a Alemania mantener sus cadenas de valor industriales, particularmente en sectores como el acero y la química, pero también implica un sacrificio en los primeros pasos de la cadena de producción intensiva en energía. Estos sectores, clave para la industria alemana, ya han experimentado dificultades debido a los altos costos energéticos, que empeoraron con el cierre del gas ruso barato con la guerra en Ucrania, y que aún representan un obstáculo para su competitividad, a pesar de la disminución relativa de precios desde 2022.
Con el fin de reducir los costos y garantizar la seguridad del suministro energético, algunos expertos sugieren una “reubicación” parcial de la producción a países europeos con mayor disponibilidad de electricidad renovable, como apunta Clean Energy Wire. Sin embargo, la apuesta por una transición energética completa es incierta, ya que podría reducirse la demanda de hidrógeno en algunas industrias alemanas a largo plazo, como advierte El Periódico de la Energía.
A nivel gubernamental, el canciller Olaf Scholz ha anunciado subsidios para la industria del acero, que se considera de importancia geopolítica para Alemania. A pesar de las promesas de apoyo a este sector y a otras industrias, como la química, que enfrentan altos costos energéticos, el futuro de la producción industrial alemana sigue siendo inestable, con los expertos advirtiendo que las inversiones en descarbonización “podrían no ser suficientes para garantizar la competitividad a largo plazo”.