A lo largo de las últimas décadas, los gobiernos de todo el mundo, pero especialmente los occidentales, han implementado una variedad de políticas para frenar el descenso en las tasas de natalidad. Sin embargo, como lo demuestra un caso reciente en Lestijärvi, Finlandia, incluso los incentivos más generosos han resultado ineficaces. Este pequeño municipio, que ofreció pagos anuales de 1.000 euros por niño durante diez años, ha visto cómo su población se reducía en un 20% desde la implementación de la medida. A pesar del dinero ofrecido, no logró atraer a nuevas familias ni retener a las existentes, lo que pone en evidencia la limitación de políticas enfocadas solo en incentivos económicos.
El fenómeno de la baja natalidad no es exclusivo de Finlandia, ni tampoco a Occidente en general. Países como China, Japón y Singapur han lanzado programas de fertilidad gratuita, exenciones fiscales y hasta campañas publicitarias para fomentar la procreación. Sin embargo, ninguna de estas medidas ha logrado revertir la tendencia. A nivel global, dos tercios de la población vive en países con tasas de natalidad insuficientes para reemplazar a sus generaciones anteriores. La preocupación se centra en la presión que esto ejerce sobre los sistemas de pensiones, la salud pública y el crecimiento económico, lo que podría generar una crisis fiscal a largo plazo, según previsiones de analistas de S&P Global recogidas por Financial Times.
El fenómeno parece ser un reflejo de cambios sociales más amplios. La profesora Sarah Harper, especialista en gerontología, señala que el avance hacia una mayor igualdad de género y la creciente prioridad de las carreras profesionales entre las mujeres son factores clave en la baja natalidad. Los estudios muestran que las mujeres, incluso aquellas que desean tener hijos, se ven frenadas por barreras económicas como el alto costo de la vivienda y la falta de apoyo a la conciliación laboral y familiar. De hecho, algunos expertos consideran que las políticas públicas dirigidas a mejorar la infraestructura de cuidado infantil y las condiciones laborales flexibles pueden ser más efectivas que los subsidios directos.
Por otro lado, algunos expertos sugieren que el desafío no se resuelve únicamente con políticas de natalidad, y confían en que la inmigración pueda estabilizar las economías con poblaciones envejecidas. Sin embargo, esta cuestión es políticamente sensible en muchos estados. De acuerdo con el economista Edward Paice, es previsible que los gobiernos combinen políticas de apoyo familiar, inmigración y “ajustes” en la edad de jubilación.