El Basque Food Cluster ha lanzado el proyecto GastroMind, financiado por la Diputación Foral de Gipuzkoa, con el objetivo de “optimizar la oferta gastronómica mediante el análisis de expresiones faciales y actividad cerebral”. La iniciativa, desarrollada junto a BCC Innovation y Prosumerlab, utilizará técnicas de neuromarketing para registrar reacciones inconscientes de los clientes ante nuevos platos, con el fin de maximizar sus posibilidades de ventas antes de ser incorporados a los menús de bares y restaurantes. Así, los hosteleros sabrán de antemano qué platos tendrán éxito entre los clientes, y cuáles no. Sus impulsores defienden que “la tecnología permitirá reducir el riesgo comercial para los hosteleros y adaptar mejor la oferta a los deseos de los consumidores”.
Sin embargo, el uso de reconocimiento facial en entornos de ocio y restauración abre una brecha preocupante en materia de privacidad. La recopilación y análisis de datos biométricos para predecir decisiones de consumo no solo cuestiona los límites éticos del marketing, sino que también sienta un precedente para la normalización del control de las emociones y el comportamiento de las personas en la vida cotidiana. Aunque se argumenta que esta tecnología servirá para “dar al cliente lo que realmente quiere”, el enfoque ignora un aspecto clave: el derecho de los individuos a decidir libremente qué desean consumir sin ser dirigidos por algoritmos que explotan sus reacciones inconscientes, un derecho elemental que postulan los defensores del “libre mercado”.
El proyecto también plantea dudas sobre la progresiva delegación de decisiones personales en sistemas de Inteligencia Artificial que no solo registran preferencias, sino que las condicionan. Con un modelo donde las emociones y el comportamiento humano se convierten en datos procesables para ajustar la oferta comercial, la frontera entre recomendación y manipulación se vuelve cada vez más difusa. Mientras el Diario Vasco lo presenta como “una herramienta para mejorar la competitividad del sector”, GastroMind avanza en un camino donde el consumo deja de ser una elección espontánea para convertirse en el resultado de un proceso de ingeniería de la conducta, impulsado por algoritmos que moldean la voluntad de los clientes sin que estos sean plenamente conscientes.