Estados Unidos ha reforzado recientemente su presencia militar en el Índico con el envío de bombarderos estratégicos B-2 y B-52H a la base de Diego García, un importante punto de apoyo militar en el Océano Índico.
Esta instalación, operada conjuntamente con Reino Unido, ha sido clave en operaciones militares anteriores, y su uso ahora podría estar relacionado con la creciente tensión en el conflicto en Yemen, donde se han intensificado los ataques contra el Movimiento Ansarrolá, popularmente conocidos como hutíes. El despliegue forma parte de una serie de movimientos de refuerzo de las fuerzas militares estadounidenses en la región, con el objetivo de apoyar las operaciones de la Armada de EEUU en el Mar Rojo.
Desde que comenzó esta nueva fase de enfrentamientos, la Armada de Estados Unidos ha centrado sus ataques en contra los hutíes y zonas civiles. Esta estrategia ha llevado a un aumento de la presencia militar en la zona, y el reciente movimiento de bombarderos y aviones de reabastecimiento podría ser, según expertos militares, una señal de que las operaciones se están preparando para escalar. Además, el envío del portaaviones USS Carl Vinson, que se encontraba en ejercicios conjuntos con Japón y Corea del Sur, también está vinculado a este plan para intensificar la presión en Yemen.
Por su parte, el Movimiento Ansarrolá sigue jugando un papel clave en la resistencia contra el genocidio en Palestina, bloqueando barcos israelíes y occidentales que navegan por el Mar Rojo. Los yemeníes han mejorado considerablemente sus capacidades de ataque, con misiles y drones. Este apoyo ha permitido a los insurgentes realizar ataques no solo dentro de Yemen, sino también en otras zonas estratégicas, como el Golfo de Adén y la propia Palestina ocupada.
La creciente agresión estadounidense y el aumento de la tensión en la región parecen estar preparando el terreno para un posible agravamiento del conflicto, lo que ha despertado la preocupación de diversos actores internacionales.