Los presupuestos de defensa en Europa están experimentando un aumento sin precedentes en las últimas décadas. Según datos oficiales de la UE, varios países, incluidos Alemania, Polonia y el Reino Unido, han anunciado incrementos que superarán el 2,5% del PIB en los próximos años. La Comisión Europea ha propuesto un plan de rearme que movilizaría hasta 800.000 millones de euros.
Este giro se produce en un contexto de tensiones geopolíticas, con la guerra en Ucrania como catalizador. Kaja Kallas, Alta Representante de la UE para Política Exterior, afirmó: “Si no ejercemos suficiente presión sobre Moscú, ¿cómo podremos contener a China?”. Think tanks como Chatham House, dirigido por Bronwen Maddox, sostienen que el gasto militar es “el mayor beneficio público para defender la democracia”, aunque advierten que requerirá recortes en pensiones y sanidad.
En el Reino Unido, el gobierno laborista de Keir Starmer ha anunciado que va a elevar el presupuesto militar al 2,5% del PIB para 2027, con miras a alcanzar el 3% en la década de 2030. Rachel Reeves, ministra de Finanzas, ya ha reducido prestaciones sociales para financiar esta transición. Martin Wolf, economista del Financial Times, argumenta que el gasto militar puede ser un “motor económico”: “Históricamente, las guerras han impulsado la innovación“, aunque omite mencionar sus costes humanos.
Alemania también ha flexibilizado su política fiscal para priorizar el rearme. Friedrich Merz, líder de la coalición que va a gobernar el país, ha ratificado una reforma que permite endeudarse para financiación militar, suspendiendo el “freno fiscal”. Empresas como Rheinmetall ya planean reconvertir plantas industriales, como una antigua fábrica de Volkswagen, para producción militar.
Críticos como Michael Roberts, cuestionan que el “keynesianismo militar” revitalice las economías. Datos históricos muestran que, tras la Segunda Guerra Mundial, el gasto militar en el Reino Unido cayó del 12% al 5% del PIB, mientras la economía crecía. Roberts señala que la producción de armas, aunque rentable para algunos capitalistas, “no genera valor reproductivo a largo plazo y puede reducir la tasa general de ganancia”.
Mientras, organizaciones como Campaign Against Arms Trade (CAAT) destacan que el sector armamentístico emplea solo al 0,5% de la fuerza laboral británica. Para Roberts, la priorización del rearme sobre servicios públicos refleja una elección política: “No es inevitable recortar el bienestar para financiar tanques, pero es la opción que están tomando los gobiernos”. Con la UE y la OTAN alineadas en esta dirección, el debate sobre sus consecuencias sociales y económicas sigue abierto.