En el Estado español, el desempleo juvenil alcanza el 25,5% entre los menores de 25 años, según los últimos datos de Eurostat. Este fenómeno refleja una creciente crisis laboral que afecta a especialmente a la Generación Z, personas nacidas entre finales de los 90 y principios de los 2000 que se han incorporado recientemente al mercado laboral.
Diferentes estudios muestran altas tasas de formación universitaria en esta generación, pero, paradójicamente, los títulos universitarios han ido perdido relevancia de cara a obtener un puesto de trabajo. Esto trae que muchos jóvenes trabajadores con titulación universitaria no consigan acceder al empleo para el que se formaron, lo que, en palabras de algunos economistas, sería un signo de saturación del mercado laboral.
Sin embargo, este fenómeno no es exclusivo del Estado español, sino que afecta a nivel global, donde cada vez más jóvenes se encuentran con una desconexión entre su formación académica y las oportunidades laborales disponibles. En este contexto, se habla de una creciente cantidad de trabajadores “sobrecualificados”, excedentes, o “subempleados”, que poseen una formación que el mercado laboral no puede absorber.
Según un artículo reciente de la revista Fortune, la situación es aún más crítica en países como Estados Unidos y Reino Unido, donde la falta de oportunidades laborales ha elevado significativamente el número de jóvenes conocidos como NEET (por sus siglas en inglés, “Not in Education, Employment, or Training; “Ni estudiando, ni trabajando”) un grupo que representa hasta el 20% de esta generación. En Estados Unidos, se estima que más de 4 millones de jóvenes se encuentran en esta situación, mientras que en el Reino Unido la cifra de jóvenes NEET aumentó en 100.000 solo en el último año.
Expertos en Fortune apuntan al sistema educativo como un factor clave en este fenómeno. “Muchos jóvenes han sido enviados a universidades para obtener títulos que no les han proporcionado nada a cambio”, asegura el comentarista político británico Peter Hitchens, quien critica el sistema educativo por prometer a los jóvenes un futuro que no puede garantizar. Según él, “estos jóvenes habrían tenido menos dificultades de encontrar trabajo en oficios técnicos como la fontanería o la electricidad”, campos en los que hay una demanda constante de trabajo.
Sin embargo, este desajuste entre oferta y demanda de fuerza de trabajo ha llevado a muchos jóvenes a optar por empleos de menor remuneración o directamente a trabajar en sectores no relacionados con sus estudios, por lo que, traído al contexto del Estado español, algunos economistas y sociólogos concluyen que podría tratarse del fin del fenómeno cultural denominado como la titulitis.
Aún existen ciertas profesiones que requieren titulación universitaria y que mantienen mejores perspectivas laborales, como en el sector de la sanidad. En Estados Unidos, por ejemplo, se prevé la creación de más de un millón de empleos en el sector. Sin embargo, la desconexión general entre el sistema educativo y las necesidades del mercado laboral sigue siendo fuente de malestar.
Algunos analistas como Jeff Bulanda, vicepresidente de Jobs for the Future, empiezan a subrayar que “los jóvenes deben ser mejor informados sobre las opciones disponibles en el mercado laboral”. La promesa implícita de la educación superior, que indica que “obtener un título universitario asegura un empleo estable”, se está desmoronando internacionalmente, ya que muchos graduados no encuentran empleo acorde a sus estudios o caen en el subempleo.
El sector educativo también se enfrenta a críticas por no ajustarse directamente al mercado laboral. “El sistema no está fallando intencionalmente, pero sí está fallando al no cumplir su promesa implícita”, señala Lewis Maleh, CEO de Bentley Lewis, una agencia que trabaja con jóvenes en busca de empleo.
Esta crítica apunta a una brecha creciente entre la formación académica y la demanda del mercado, exacerbada por factores como la inflación, los precios elevados de la vivienda y la incertidumbre provocada por la automatización y la inteligencia artificial. Por otro lado, el aumento de los préstamos estudiantiles y los problemas de salud mental han llevado a muchos jóvenes trabajadores sentirse atrapados, incapaces de avanzar en un mercado laboral que cambia rápidamente.