Cerca del 40% del crecimiento económico de la Unión Europea en 2024 se debió al Estado español, con un avance del 3,2% del PIB, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Las previsiones del organismo para los próximos años mantienen a Madrid a la cabeza del continente, con crecimientos anuales del 2,5% en 2025 y en torno al 1,7% hasta 2027, por encima de la media europea.
Oriol Aspachs, director de Economía Española de CaixaBank Research, señalaba que “una parte no negligible de la mejora es estructural”, apoyada en menores precios relativos de la energía, “creación de empleo más productivo” y la ejecución de fondos europeos.
Sin embargo, diversos analistas advierten que este crecimiento “es extensivo, no intensivo”, y, además, no se está traduciendo en un aumento significativo del bienestar. El investigador de Fedea, José Emilio Boscá, afirma que se trata de un crecimiento “que no es robusto y estructural” y que “en general, no se traducirá en mejoras de la calidad de vida”.
La inmigración, el turismo y el gasto público han sido los principales motores del crecimiento, pero el FMI proyecta que el Estado español se mantendrá rezagada en términos de PIB per cápita: para 2026, estima un avance del 0,6%, frente al 0,9% de Alemania o Italia. Desde el año 2000, la productividad por hora trabajada apenas ha crecido, lastrada por un sector servicios de “bajo valor añadido” y una baja inversión en fuerza de trabajo y tecnología.
Además, el crecimiento ha estado impulsado en parte por el déficit público. El Banco de España calcula que hasta el 40% del avance del PIB en 2024 provino del gasto público. María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, señala como “preocupante” la caída de la inversión privada, aún un 3,5% por debajo de los niveles prepandemia, según datos del propio Banco de España. Fernández atribuye esta debilidad a la “incertidumbre regulatoria” de los últimos años, en un contexto europeo marcado por tensiones comerciales y tipos de interés altos.