El Día Internacional de la Clase Trabajadora se celebra cada 1 de mayo como recuerdo de las jornadas de protesta iniciadas en Estados Unidos en 1886, cuando miles de obreros exigieron la reducción de la jornada laboral a ocho horas. La convocatoria culminó en una huelga general el 1 de mayo de ese año, siendo Chicago su epicentro. Tras varios días de manifestaciones, el 4 de mayo se produjo una explosión en la plaza de Haymarket que desencadenó una fuerte represión.
Tras los sucesos, ocho dirigentes sindicales anarquistas fueron juzgados y cinco de ellos condenados a muerte. Desde entonces, fueron elevados a figuras del movimiento obrero internacional bajo el nombre de los Mártires de Chicago. Sus nombres eran George Engel, Adolph Fischer, Albert Parsons, August Vincent Theodore Spies y Louis Lingg. A los pies de la horca, Spies gritó ante sus verdugos: “La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”.
Y así fue. En 1889, el Congreso fundacional de la Segunda Internacional —una alianza de partidos socialistas y organizaciones obreras celebrada en París— resolvió convocar manifestaciones internacionales cada 1 de mayo para reclamar la jornada de ocho horas y expresar la solidaridad internacional del proletariado.
La resolución, inspirada por la Confederación de Trabajadores de Estados Unidos (AFL), proponía continuar la lucha por la jornada de ocho horas como símbolo común de unidad entre los trabajadores del mundo. Desde entonces, la fecha ha sido reconocida por sindicatos y organizaciones obreras en todos los continentes, aunque no todos los países la han oficializado como “festivo”, y en algunos, como Estados Unidos, se optó directamente por contraprogramar otro día, con un significado totalmente distinto: Labor Day (Día del Trabajo).
Desde su institucionalización, el 1 de mayo ha sido utilizado a lo largo del siglo XX como palanca de la revolución para numerosos movimientos obreros, socialistas, comunistas y anarquistas en distintos países, y, por tanto, temido por las clases dominantes. En muchos contextos, el 1 de mayo se integró en estrategias revolucionarias más amplias y sirvió para que las demandas se radicalizaran y confluyeran en jornadas de grandes movilizaciones que desafiaban el orden existente.
Hoy, millones de trabajadores y trabajadoras en todo el planeta recogen el testigo de los Mártires de Chicago y de todos los que les sucedieron.