Australia considera al Sudeste Asiático un socio clave para su crecimiento económico futuro, y ha elaborado una estrategia oficial de mediano plazo que identifica áreas prioritarias como la agricultura, los minerales críticos y la transición energética. Según señala Hanh Nguyen, investigadora de la Australian National University, esta agenda responde a intereses comunes como la “complementariedad económica”, “la necesidad de diversificación comercial” y “el interés compartido por mantener un orden comercial internacional abierto”. Sin embargo, las divergencias en materia de “seguridad económica” marcan diferentes trayectorias entre Canberra y sus socios regionales.
En el caso australiano, la noción de “seguridad económica” se ha vuelto más relevante tras episodios tensos con China, su principal socio comercial. A pesar de estas tensiones, Australia ha evitado adoptar políticas proteccionistas amplias, optando en cambio por mecanismos moderados como la Ley de Reforma de Inversiones Extranjeras, la creación de la Oficina de Resiliencia de Cadenas de Suministro y fondos industriales orientados a sectores estratégicos, como el National Reconstruction Fund. Canberra ha favorecido un enfoque “flexible”, en contraste con Estados Unidos, cuyas políticas comerciales han estado más marcadas por el conflicto político interno.
Por su parte, el Sudeste Asiático mantiene un concepto más amplio de “seguridad económica”, asociado a la estabilidad interna y la legitimidad de los regímenes. De acuerdo con Nguyen, “la integración económica permite acelerar el desarrollo, lo que fortalece la capacidad de los gobiernos frente a amenazas externas e internas”.
En la práctica, ASEAN no ha adoptado controles regionales sobre inversiones extranjeras ni ha impulsado subsidios estratégicos, optando por una integración más gradual, condicionada por las realidades nacionales de sus miembros.
Un punto clave de divergencia es la percepción de China. Mientras que Australia ha introducido políticas de vigilancia y selectividad frente al comercio y la inversión china, el Sudeste Asiático mantiene una actitud más ambivalente.
La entrada en vigor del Acuerdo de Libre Comercio ASEAN–China en 2010 facilitó un aumento del comercio, pero también generó nuevas dependencias. El déficit comercial regional con China pasó de 44.800 millones de dólares en 2013 a 140.500 millones en 2023, según datos oficiales citados por East Asia Forum. La región depende particularmente de China en sectores como el turismo y las cadenas de suministro de vehículos eléctricos.
Por tanto, las relaciones entre Australia y la región del Sudeste Asiático se proyectan como un factor importante en la geopolítica y el comercio regional, especialmente en sectores como los minerales estratégicos y la transición energética.
Para Nguyen, uno de los principales retos para los dirigentes de estos países será “garantizar que el desarrollo de estas industrias no tenga consecuencias ambientales o sociales adversas”. En ese sentido, Canberra ha comenzado a implementar programas de apoyo para el desarrollo de capacidades en la región.
Mientras tanto, las presiones de la administración Trump en Estados Unidos, con políticas de mayor desacoplamiento comercial, podrían poner a prueba la capacidad de ambos bloques para mantener una política autónoma frente a China.