Donald Trump ha firmado este lunes un nuevo memorando presidencial que refuerza la política de bloqueo y presión sobre la República de Cuba, revirtiendo los alivios parciales aplicados durante el mandato de Joe Biden. La medida prohíbe el turismo estadounidense a la isla, restringe todas las transacciones financieras con entidades vinculadas a las fuerzas armadas cubanas —como el conglomerado GAESA— e impone auditorías y controles estrictos sobre los viajes durante al menos cinco años, según reporta EFE. El objetivo declarado es “cortar los ingresos del régimen” y aumentar la presión política y económica sobre el gobierno cubano.
En sentido opuesto, Trump ha decretado el levantamiento de la mayor parte de las sanciones económicas impuestas a Siria tras 13 años de guerra y aislamiento internacional. La orden, efectiva desde el 1 de julio, mantiene restricciones únicamente sobre el derrocado Bashar al Assad, su círculo cercano y “personas vinculadas a violaciones de derechos humanos, terrorismo o narcotráfico”. El objetivo declarado es “apoyar la reconstrucción del país y su reintegración en la economía global, facilitando exportaciones, inversiones y asistencia internacional, pero sin empoderar a actores considerados peligrosos para la estabilidad regional”.
Sin embargo, parece imposible hablar sobre el nuevo Gobierno sirio y tratar de excluir las “violaciones de derechos humanos, terrorismo o narcotráfico” que mencionan las autoridades de Washington, ya que El nuevo presidente sirio, conocido por su nombre de guerra Muhammad Al Jolani, fue el fundador de la exfilial siria de Al Qaeda, entonces conocida como Frente al Nusra.
La Casa Blanca justifica el endurecimiento hacia Cuba como una medida para “cortar los ingresos del régimen” y “presionar por cambios políticos”, mientras que en Siria busca “promover la estabilidad y la paz” tras la salida de Al Assad y la llegada al poder del exdirigente de la rama siria de Al Qaeda, con quien Trump se reunió en mayo. El levantamiento de sanciones a Siria representa un giro diplomático y una redefinición en las relaciones en la región, según explica el propio embajador estadounidense en Turquía.