El presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, inauguró este martes Alligator Alcatraz, una megacárcel para 5.000 personas migrantes indocumentadas situada en una pista de aeropuerto abandonada en pleno corazón de los Everglades, a unos 60 kilómetros de Miami. El recinto, construido en apenas 14 días, está rodeado de caimanes, cocodrilos y pitones, y su propio nombre —en referencia a la mítica prisión de San Francisco— busca enviar un mensaje de intimidación en plena ola de redadas migratorias del ICE.
Durante la inauguración, Trump ironizó sobre las posibilidades de fuga: “Les vamos a enseñar a huir de un caimán. Si escapan de la cárcel, no corran en línea recta, corran en zigzag”, declaró ante los medios, haciendo gestos con la mano. El mandatario, acompañado por el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, defendió la instalación como “modelo para otros estados” y parte esencial de su política de deportaciones aceleradas. El centro contará con jueces de migración “in situ” para agilizar los procesos de expulsión.
La inauguración estuvo marcada por protestas de organizaciones de derechos humanos, ambientalistas y miembros de la comunidad indígena Miccosukee, que denuncian tanto el impacto ecológico del proyecto y la criminalización de los migrantes. El fiscal general de Florida, James Uthmeier, ha destacado que la ubicación y la fauna local “reducen la necesidad de medidas de seguridad adicionales”.
Alligator Alcatraz se convierte así en el símbolo más visible de la nueva etapa de endurecimiento migratorio impulsada por Trump, en un contexto de creciente tensión social y política en Estados Unidos.