Sánchez y Montero inician la reestructuración del PSOE en plena crisis interna por el caso Cerdán

El presidente del Gobierno español y la vicepresidenta comunican las primeras salidas en la ejecutiva del PSOE antes del Comité Federal del sábado, mientras el PP intensifica la presión.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en el Comité Federal del PSOE en la sede del partido en Madrid.
Foto: EFE/JJ Guillén

Pedro Sánchez y María Jesús Montero han comenzado a comunicar internamente los primeros cambios en la dirección del PSOE, según fuentes del partido citadas por la Cadena SER. Las salidas afectan principalmente a dirigentes próximos al exsecretario de Organización Santos Cerdán, implicado en una presunta trama de corrupción que ha llevado a su encarcelamiento preventivo y una crisis interna en la formación.

Entre los apartados señalados figuran Juan Francisco Serrano y Javier Alfonso Cendón, aunque las mismas fuentes subrayan que la reestructuración irá “más allá del círculo más cercano de Cerdán”. El objetivo, según recogen las filtraciones a la prensa, es “presentar una nueva ejecutiva y un plan anticorrupción en el Comité Federal del sábado”, previsto en la sede de Ferraz en Madrid.

La reunión de Sánchez y Montero en Sevilla (Andalucía), coincidiendo con la cumbre de la ONU sobre Financiación al Desarrollo, ha servido para perfilar estos movimientos y trasladar las decisiones tomadas a las federaciones territoriales.

En paralelo, la vicepresidenta se ha reunido con varios cargos del partido para informarles de las medidas que se adoptarán, mientras en el PSOE persiste la incertidumbre sobre el alcance de la “reestructuración”. El caso Cerdán ha provocado indignación en las filas del PSOE, especialmente tras la difusión de audios que han llevado a la ministra de Igualdad, Ana Redondo, a anunciar una batería de “medidas contra el machismo y un anteproyecto de ley para la abolición de la prostitución”.

Mientras tanto, el Partido Popular, en vísperas de su Congreso Nacional, ha intensificado la presión sobre el Gobierno y sus socios parlamentarios. Miguel Tellado, futuro secretario general del PP, ha declarado que el “sanchismo morirá en el Comité Federal del PSOE” y que el congreso popular elegirá “al próximo presidente del Gobierno”, según declaraciones recogidas por Europa Press.

Por su parte, Sumar y otros socios de coalición han reclamado “señales de cambio” y un “giro radical” en la cúpula de Ferraz, advirtiendo de que “la respuesta hasta ahora resulta insuficiente”.

Una reforma difícil

La dificultad para Sánchez a la hora de rehacer la cúpula del PSOE radica en la compleja estructura interna del partido y en las tensiones acumuladas entre sus diferentes corrientes. Aunque Sánchez mantiene un control firme sobre la dirección estatal y cuenta por el momento con el respaldo mayoritario de la militancia, la crisis provocada por el caso Cerdán ha dejado al partido en estado de “shock” y ha intensificado la presión desde las federaciones autonómicas, provinciales y municipales.

Estas federaciones, conocidas como “baronías”, tienen un peso histórico en la toma de decisiones y, en privado, cada vez más voces reclaman “medidas contundentes” o incluso un adelanto electoral para evitar un “efecto arrastre” a todo el partido en futuras citas locales y autonómicas.

Las tendencias internas del PSOE se pueden dividir, a grandes rasgos, entre el núcleo dirigente centralizado en torno a Sánchez y los sectores críticos, que incluyen a barones territoriales como Emiliano García-Page y a referentes históricos que han hecho público su malestar por lo que consideran “opacidad”, “cesarismo” y “ausencia de corrientes críticas” en la ejecutiva actual. Esta tendencia interna coincide, además, con la visión de la dirección histórica del PSOE, a la que Sánchez venció en las primarias de 2017.

Estas diferencias se agravan con los últimos escándalos de corrupción, pero no representan el único escollo interno del partido. La relación con los socios de coalición y la estrategia electoral también generan tensiones: mientras el núcleo de Sánchez apuesta por agotar la legislatura y “reforzar los controles internos”, los críticos exigen “una regeneración profunda”, “mayor transparencia” e incluso, en algunos casos, la convocatoria de elecciones anticipadas.

Estas divisiones se manifiestan también en la respuesta al cisma generado por los casos de corrupción: algunos dirigentes reclaman “cambios inmediatos y profundos en la dirección y el código ético”, mientras otros temen que una reestructuración “precipitada” o un congreso extraordinario pueda abrir una guerra interna y debilitar al partido frente a la oposición, que ejerce más presión que nunca. El resultado es un equilibrio inestable, en el que Sánchez debe gestionar las demandas de renovación y control de daños sin perder el apoyo de las bases ni provocar fracturas irreparables en el PSOE.