Pedro Sánchez no habría llegado a la secretaría general del PSOE —ni resistido las embestidas internas y externas— sin el apoyo fundamental de un núcleo de fieles, los más decisivos forjados en el Partido Socialista de Navarra (PSN). El ascenso de Sánchez fue, en gran medida, un camino de resistencia que le ha dado una marca personal e incluso un título para su libro: Manual de resistencia.
Los dirigentes del PSOE navarro han sido mucho más que una federación territorial en la elaboración de este manual: constituyeron la piedra angular de la estructura paralela que montó Pedro Sánchez para obtener el liderazgo del partido y llegar a la presidencia del Gobierno español, una tarea donde la lealtad y la eficacia pesaron más que la tradición orgánica. El PSN no fue una pieza más en ese proceso, fue el laboratorio, el refugio y el ariete del sanchismo.
Con su forzada dimisión en octubre de 2016, Sánchez estaba a punto de abandonar la carrera política, pero un círculo cercano a él, en el que destacaba Francisco Toscano, exalcalde de Dos Hermanas (Sevilla), lo persuadió para que no desistiera. La vieja guardia del partido, compuesto por los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, el exministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba, el presidente de la comisión gestora, Javier Fernández, y el eurodiputado vasco Ramón Jauregi, entre otros, controlaba el aparato del PSOE, y su candidata para la secretaría general en las primarias era Susana Díaz.
Ante estos poderosos rivales, Sánchez emprendió un tour en un viejo Peugeot por todo el Estado español, visitando agrupaciones locales, casas del pueblo y sedes provinciales. Buscó el contacto directo con la militancia, saltándose las estructuras oficiales del PSOE, muchas de ellas hostiles o controladas por sus detractores. Para ello, se valió de un núcleo duro reducido y leal de figuras periféricas del partido:
- Santos Cerdán: Mano derecha, responsable de logística, pactos y movilización territorial, especialmente en Nafarroa y en la estructura federal.
- Francisco Toscano: Exalcalde de Dos Hermanas, mentor y figura clave en la legitimación y apoyo logístico y simbólico, especialmente en Sevilla, territorio hostil para Sánchez.
- José Luis Ábalos: Operador del aparato, estrategia política y control de la organización.
- Iván Redondo: Estratega electoral y de comunicación, jefe de gabinete.
- Odón Elorza: exalcalde de Donostia, movilización de militancia y apoyo público, referente en la Comunidad Autónoma Vasca.
- José Antonio Rodríguez Salas: Experto en redes sociales y movilización digital, clave en la campaña desde Granada.
- Adriana Lastra: Coordinación política y parlamentaria, enlace con el grupo parlamentario.
- Susana Sumelzo: Red territorial y política municipal: Base fundamental tejida durante el tour de Sánchez, clave para saltar los vetos del aparato y reconstruir el liderazgo desde abajo.
Dentro de este equipo de campaña que formó Sánchez, el PSN, con Cerdán como principal valedor, fue clave en la logística y en la movilización de recursos. Nafarroa se convirtió en uno de los pocos territorios donde Sánchez encontraba apoyo en instancias supramunicipales del partido y contaba con cobertura para sus actos, en contraste con la frialdad o el boicot abierto de otras federaciones poderosas como Andalucía o Castilla-La Mancha. Además de los mencionados miembros, Sánchez contó con el apoyo de algunas figuras históricas superiores del PSOE apartadas en su tiempo por Felipe González: Joaquín Almunia y Josep Borrell.
La construcción de un equipo para la reconstrucción del liderazgo
Sánchez y su entorno entendieron que la batalla no se ganaría solo en los despachos de Ferraz, sino en los territorios y en las redes sociales. Por eso, junto al PSN, tejieron una red de voluntarios y militantes que desafíaba a la cúpula de Ferraz y a la dirección histórica desde las sombras. Estos hombres fuertes de Sánchez se encargaron de la logística de las campañas, la difusión en redes sociales, la recaudación de fondos, la interlocución territorial y la respuesta ante crisis internas y externas. Por ello, el grupo se caracterizó por su discreción, su eficacia y su lealtad a Sánchez incluso en los momentos más críticos. La clave fue la construcción de una estructura paralela, capaz de sortear los vetos y el control de los aparatos tradicionales del partido.
Esta dinámica fue propicia para atraer a figuras como Koldo García, un vasco con vínculos en el entorno del PSN, con experiencia en seguridad y gestión. García se fue integrando en el círculo de confianza de Santos Cerdán y, por extensión, de Pedro Sánchez. Su perfil operativo, despiadado, muy vinculado a la confianza personal y a la eficacia, con su habilidad para moverse en la trastienda política, le convirtieron en un recurso valioso, ejemplificando el tipo de cuadros que Sánchez y Cerdán privilegiaron en esta etapa.
García desempeñó funciones clave en la organización de actos, la gestión de contactos territoriales y la resolución de problemas durante las campañas, donde jugó un papel especialmente relevante en la etapa del tour de Sánchez: se encargaba de garantizar la seguridad, la discreción de los desplazamientos y la eficacia en la convocatoria de militantes y simpatizantes, tareas fundamentales en un contexto de hostilidad interna y vigilancia mediática.
Conexión Iruñea-Madrid
El regreso de Sánchez a la secretaría general en 2017 supuso la victoria de su camarilla y la militancia de base sobre el aparato y los dirigentes históricos. El PSN, que había apostado por él desde el principio gracias a Cerdán, fue recompensado con puestos clave en la dirección federal y posteriomente en el Gobierno. Como Cerdán fue el principal artífice del renacimiento de Sánchez, ascendió a lo más alto: la secretaría de Organización del PSOE, gestionando desde Ferraz la interlocución con otros partidos y la coordinación territorial.
María Chivite, secretaria general del PSN desde 2014, fue otra figura clave en la consolidación del poder navarro dentro del sanchismo. La relación entre Chivite, Cerdán y Sánchez se forjó en los años de reconstrucción del PSN y la disputa interna en el PSOE. Cerdán era secretario de organización del PSN desde 2011 y parlamentario foral, él fue el primero en apostar abiertamente por Sánchez desde las primarias de 2014, incluso cuando la mayoría de la federación, incluida la propia Chivite, simpatizaba inicialmente con otros candidatos como Eduardo Madina, vinculado a la vieja guardia. Sin embargo, tras el segundo triunfo de Sánchez en las primarias y el ascenso de Cerdán en la estructura federal, se consolidó un tándem de confianza y trabajo conjunto con Chivite, que asumió la secretaría general del PSN en 2014 y más tarde la presidencia de Navarra. Juntos, con Ramón Alzórriz, formaron un triunvirato que marcó el rumbo de la federación navarra, que se convirtió en un pilar territorial fiel del sanchismo, con Cerdán como enlace con Ferraz y Chivite como referente institucional y de gestión.
Bajo su liderazgo, el PSN no solo recuperó estabilidad interna tras años de crisis, sino que también logró devolver al PSOE navarro al Gobierno foral en 2019, liderando una “coalición progresista”: Chivite se aseguró el apoyo de EH Bildu y proyectó una imagen de “gestión dialogante”, “estabilidad” y “modernidad”, en sintonía con la estrategia de pactos y “pluralidad” impulsada por Sánchez a nivel estatal. Su papel como presidenta de Nafarroa y referente institucional reforzó la posición del PSN como federación leal y estratégica, y sirvió de modelo e inspiración para el PSOE en el conjunto del Estado.
Esta influencia del PSN se hizo notar organizativamente en los nombramientos de cargos intermedios, asesores y responsables de campaña. El modelo de poder se basó siempre en la confianza personal y en la gestión de crisis, más que en el reparto público de cuotas. Nafarroa fue, en ese sentido, un campamento base y un banco de pruebas de una nueva forma de hacer política en el PSOE, especializada en la gestión de crisis, estrategia de pactos transversales y altamente profesionalizado en la política de comunicación y las campañas.
Consolidación de la estructura: blindaje y centralización
Tras recuperar la secretaría general en 2017, Pedro Sánchez consolidó y profesionalizó la estructura de su núcleo duro, manteniendo sus rasgos esenciales de discreción, eficacia y lealtad, pero dotándola de mayor capacidad operativa, más medios e influencia en el partido y el parlamento.
Para ello, Sánchez optó por un modelo de liderazgo mucho más centralizado y personalista, blindándose frente a los barones territoriales y colocando en la ejecutiva federal a personas de su absoluta confianza, con escaso margen para la integración de críticos o corrientes alternativas. Este equipo, conocido como el “sanchismo”, se apoyó en la legitimidad de la militancia de base y en su red de leales forjada durante la campaña de las primarias, con el PSN como columna vertebral.
Evolución y tensiones internas
A partir de 2017, la estructura se mantuvo altamente cohesionada y eficaz, pero también fue objeto de tensiones y críticas internas por su carácter cerrado y la falta de integración de otras sensibilidades del partido. El “hiperliderazgo” de Sánchez y el predominio del núcleo duro navarro y de sus leales generaron una planitud casi inédita en la historia del PSOE, con escaso espacio para el debate interno y la disidencia.
La profesionalización de la estructura permitió al sanchismo resistir crisis internas, gestionar negociaciones complejas (como las investiduras y pactos con otras fuerzas políticas) y llevar la iniciativa en la agenda política y mediática. Sin embargo, también acentuó la dependencia del partido respecto a la figura de Sánchez y su círculo más cercano, dificultando la renovación de liderazgos y la integración de otras visiones.
La llegada de Sánchez supuso una ruptura generacional, territorial y de estilo en el PSOE. Frente al modelo colegiado, negociador y territorialmente andaluz del viejo partido, el nuevo PSOE apostó por la centralización, la militancia de base, la pluralidad de pactos y el liderazgo personalista, con Nafarroa y Madrid como nuevos centros de poder frente a la hegemonía tradicional de Sevilla y Castilla. Esta transformación explica tanto la capacidad de resistencia del sanchismo como las tensiones internas que han marcado en la última década al PSOE.
Actualidad y legado
Hasta fechas recientes, la estructura sanchista ha seguido operando con los mismos principios: lealtad, eficacia y control interno. En ese sentido, la salida abrupta de Santos Cerdán y José Luis Ábalos tras los escándalos de corrupción supone un duro golpe para el secretario general del PSOE; no solo por el escándalo en sí, sino porque pierde a las dos figuras más importantes que lo catapultaron al poder. En una dirección tan hermética, rápidamente han anidado los casos de corrupción, lo que podría reintroducir una dirección colegiada en la Secretaría de Organización. Sin embargo, la impronta del núcleo duro navarro y de los operadores forjados en el bienio 2016-2017 sigue siendo decisiva en la cultura política y organizativa del PSOE actual, especialmente en los sectores más cercanos al presidente.
En suma, la estructura que Sánchez consolidó entre 2016 y 2017 se convirtió en el verdadero motor de su liderazgo: un grupo compacto, discreto y leal, capaz de blindar el poder interno, gestionar crisis y articular mayorías, pero también generador de tensiones por su carácter extremadamente cerrado.