El gobierno de Brasil ha anunciado que establecerá una oficina de asesoría fiscal en la República Popular China, una decisión que refuerza la creciente prioridad que el país sudamericano da a la relación con su mayor socio comercial. La medida fue confirmada este mismo lunes por el Ministerio de Hacienda e implica la creación de un cargo de agregado fiscal en la embajada brasileña de Pekín, según apunta el borrador del decreto presidencial revisado por agencias internacionales y documentos oficiales.
El principal objetivo de esta oficina será “mejorar la cooperación en asuntos fiscales y aduaneros”, “intercambiar información para combatir infracciones tributarias” y “ofrecer apoyo a empresas brasileñas y ciudadanos en China”. También servirá para “esclarecer la legislación brasileña a inversores y autoridades extranjeras”, contribuyendo así a lo que denominan como “un entorno de negocios más seguro y predecible”.
La creación de esta agregaduría se produce en un momento de endurecimiento del contexto global: la nueva administración de EE. UU., bajo el presidente Donald Trump, ha implementado aranceles del 50% a productos brasileños, lo que ha dificultado el diálogo comercial y diplomático entre ambos países, empujado a Brasil a profundizar sus relaciones con Asia.
Mientras tanto, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha multiplicado los encuentros con su homólogo chino, Xi Jinping, e impulsado macroproyectos de integración logística y comercial, como la posible conexión ferroviaria entre el Atlántico brasileño y la costa del Pacífico peruano, administrada por capital chino.
Fuentes del gobierno brasileño consultadas por Reuters subrayan que el nuevo puesto en Pekín responde a la “creciente complejidad” de las operaciones comerciales y no al clima político internacional, aunque reconocen que fortalecer los lazos con China es “estratégico” para mantener inversiones y diversificar socios ante la volatilidad geopolítica actual. Hasta ahora, Brasil solo contaba con agregados aduaneros y fiscales en Washington, Buenos Aires, Asunción y Montevideo, a los que se suma Pekín.
En definitiva, la decisión de abrir una oficina especializada en China refleja la voluntad de Brasil de adaptarse a las nuevas dinámicas del comercio internacional, obtener garantías jurídicas y asegurar su posición en la mayor economía asiática, a la vez que se enfrenta a crecientes amenazas en su relación con los Estados Unidos de América.