La ofensiva de las milicias sirias proturcas se han intensificado en el noroeste del país contra la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES), liderada por las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF) y su brazo armado YPG. Durante la última semana, se ha agravado la situación cerca de la estratégica presa de Tishrin, donde en los últimos días han muerto más de un centenar de combatientes de ambos bandos, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Las fuerzas proturcas capturaron las localidades de Manbij y Tel Rifat al inicio de la ofensiva, pero el frente se ha estancado en la región de Kobane, un bastión kurdo en la lucha contra el Estado Islámico. Los enfrentamientos son impulsados por Ankara, que considera a las SDF una extensión del PKK, el grupo kurdo insurgente en Turquía.
El presidente Recep Tayyip Erdogan ha intensificado su retórica contra las milicias kurdas, prometiendo “su destrucción si no deponen las armas”. El ministro de Asuntos Exteriores turco Hakan Fidan ha sido claro al respecto en declaraciones recogidas por Al Jazeera: “Es una cuestión de tiempo que las YPG sean eliminadas”.
Mientras tanto, Estados Unidos mantiene su respaldo a las SDF, con al menos 2.000 soldados sobre el terreno y un refuerzo militar reciente. Washington ha intentado mediar sin éxito en repetidas ocasiones para frenar las hostilidades, logrando breves ceses al fuego que no han perdurado.
El conflicto muestra el futuro político incierto de Siria tras la caída de la República Árabe Siria. Los kurdos aspiran a mantener cierta autonomía en sus regiones, mientras que facciones salafistas lideradas por Hayat Tahrir al Sham rechazan cualquier descentralización. Las tensiones también afectan a otras minorías, como los drusos del sur, que demandan autogobierno sin buscar independencia.