El cacique y la milana: libertad para Los Cinco de Almaraz

Del campo extremeño la publicidad destaca la belleza de las vastas dehesas, el verdor apagado de los olivos y el sol implacable en el cielo amplísimo. Pero bajo toda esta belleza natural se esconde un territorio atravesado por una feroz lucha de clases, cuyo último episodio ha sido la condena contra cinco trabajadores migrantes que bien merecen ya el nombre de Los Cinco de Almaraz.

¿Su delito? Tratar de forzar a sus patronos a pagarles el dinero que les debían –nada menos que 20.000 euros– metiéndolos en una furgoneta para llevarlos a un banco. Tratar, por lo tanto, simplemente de que se cumplieran las leyes más básicas del intercambio de mercancías, aquellas sobre las que la sociedad capitalista se erige y que sin embargo incumple de forma sistemática en lo que a los trabajadores se refiere. Unas leyes que no podrían reclamar en ningún tribunal, porque los trabajadores migrantes están completamente desprovistos de derechos civiles y políticos para mayor gloria de una patronal que puede explotarlos sin piedad.

Y si los trabajadores responden, como es el caso, como debería ser, como –por último—hiciera también otro proletario en Extremadura, ficticio pero inspirador, el heroico Azarías a quien habían asesinado a su milana bonita, allí está el Estado para defender a los patronos. Allí está el inmundo cártel de los jueces y los policías, con su fervor racista y su naturaleza antiproletaria, el enorme aparato jurídico y represivo de un Estado construido para servir al poder del capital. ¿El resultado? Una pena de 7 años de cárcel, más la obligación de pagar 5000 euros a sus explotadores, en una sentencia a la que tuvieron que asistir engrilletados como bestias, tras un largo encierro provisional. Para los patronos, para los caciques morosos, trasuntos de ese señorito Iván que acabara colgando gloriosamente de un olivo, para quienes viven de la sangre y el sudor de los trabajadores más desamparados y no tienen la decencia de cumplir siquiera con unos contratos ya sostenidos sobre la explotación, la impunidad absoluta. La justicia burguesa, recordaba Eduardo Galeano, es como las serpientes: solo muerde a quienes van descalzos. Sirva todo esto, de paso, para recordar que cuando nos hablan “del campo”, así en abstracto, nos hablan de una unidad infame donde se pretende que los trabajadores condenados tendrían los mismos intereses que estos patronos.

Al gobierno progresista y los rufianes reformistas que lo sostienen, los cinco de Almaraz les van a dar exactamente igual, porque van mucho más allá de lo que la izquierda burguesa considera respetable, que es limitarse a luchar dentro de la legalidad del mismo estado que te oprime. La burocracia lacaya de CCOO y UGT, esa inmensa quinta columna, tampoco moverá un dedo. Están demasiado ocupados lustrando las botas de los ministros progresistas, y practicando el formato bananero y demencial de la protesta que se dirige no contra el gobierno, sino contra la oposición; demasiado absortos en la defensa de los intereses inmediatos y egoístas de una capa ínfima de trabajadores donde el proletariado migrante no está ni se le espera. Los y las comunistas, por el contrario, debemos luchar por que el caso de los cinco de Almaraz no se hunda en el olvido al que querrían condenarlo los medios corruptos de la izquierda y todo su tinglado institucional, debemos reivindicar la fraternidad con el proletariado migrante y reafirmar la voluntad de luchar codo a codo con cada trabajador, sea cual sea su origen, debemos poner sobre la mesa que la lucha por los derechos políticos de los migrantes es una prioridad absoluta y la derogación de las leyes de extranjería que los atan a la indigencia un imperativo, y debemos recordar por último, frente a la socialdemocracia y el fatal revisionismo rojipardo en la que tiene su reverso, que la unidad de la clase encabezada por un partido revolucionario internacional es la única vía para borrar por fin y para siempre la miseria a la que condenan a nuestros hermanos y hermanas en Almaraz, Tánger o Buenos Aires. Dentro de este marco, urge exigir con firmeza la libertad para Los Cinco de Almaraz, y asegurarnos de amplificar la voz de justicia que el Estado carcelario y racista les niega.