La caída de exportaciones y altos costos energéticos frenan el crecimiento de la economía alemana

Alemania enfrenta su segundo año consecutivo de recesión, mientras la falta de inversión pública agrava su situación.

Imagen panorámica de la ciudad de Frankfurt (Alemania).
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La economía alemana atraviesa una profunda desaceleración, con dos años consecutivos de recesión. El Producto Interior Bruto (PIB) cayó un 0,3% en 2023 y un 0,2% en 2024, lo que marca un giro para una de las economías más robustas del mundo y el principal motor económico de Europa. A pesar de su capacidad de producción, las exportaciones, que representan cerca del 30% del PIB, se desplomaron un 9,6% desde 2022. La caída en las ventas hacia China, debido a su creciente auto-producción, y la contracción del crédito global, producto de las subidas de tipos de interés, son las principales causas de este declive. “La economía alemana ya no es la locomotora de Europa”, comenta el economista Miguel Otero del Real Instituto Elcano en RTVE.

El incremento de los precios del gas, derivado de la guerra en Ucrania y la reducción del suministro ruso, ha sido otro factor determinante. Este alza ha impactado tanto a los hogares como a las empresas, en especial a las industrias que dependen intensamente de la energía, como la siderurgia. Durante 2023, el precio del gas se duplicó en comparación con 2021, lo que ha afectado gravemente a la competitividad del país. Además, la falta de una estrategia clara de inversión pública, vinculada al freno de deuda impuesto por la Constitución, ha deteriorado infraestructuras clave como puentes y redes ferroviarias, como el colapso del puente de Carola en Dresde, que evidencia el desajuste.

El envejecimiento poblacional y la falta de inversión en sectores innovadores también son problemas de largo plazo. Aunque Alemania posee una sólida estructura industrial, su enfoque financiero conservador ha dejado a muchos de sus sectores rezagados respecto a nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial.