Vox atraviesa una etapa de creciente tensión interna, marcada por purgas, dimisiones y un descontento generalizado entre sus miembros. A pesar del ascenso en las encuestas, que sitúan al partido con un 15% de intención de voto, el malestar dentro de sus filas se intensifica. Miembros clave han salido del partido, mientras un número creciente de afiliados se rebela públicamente contra la dirección de Santiago Abascal, quien se mantiene firme en su estrategia. La última gran crisis se desató en el pequeño municipio de Sotoserrano (Salamanca), donde el alquiler de un coto de caza generó un conflicto entre el partido local y la cúpula regional, lo que derivó en una moción de censura que fue bloqueada por la dirección provincial.
Pero la rebelión interna va más allá: un grupo de afiliados en Salamanca se concentró para denunciar “la falta de democracia interna” y “exigir mayor transparencia en las decisiones del partido”. Entre los denunciantes había varios cargos públicos, incluidos concejales y diputados provinciales, quienes criticaron abiertamente la gestión de la dirección estatal. En respuesta, la dirección de Vox expulsó a dos procuradores de las Cortes de Castilla y León, quienes fueron señalados como promotores de la protesta, lo que aumentó aún más el malestar en la formación. Este episodio de insubordinación se suma a otras expulsiones y bajas que han afectado a Vox en varias regiones, como en Palencia, Tarragona y Canarias, donde concejales y cargos públicos han abandonado el partido.
La crisis alcanzó su punto álgido en febrero de 2025 con la dimisión de Juan García-Gallardo, vicepresidente de Castilla y León, quien renunció tras negarse a firmar la expulsión de los procuradores rebeldes. Según declaraciones de fuentes internas recogidas por El País, su negativa se debió a que consideraba que la expulsión “carecía de base jurídica”. García-Gallardo, quien además formaba parte del Comité Ejecutivo Nacional de Vox, fue uno de los principales impulsores del partido en la región, y su salida representa una baja significativa en el liderazgo territorial. Los críticos dentro de Vox, que ahora organizan encuentros para discutir el futuro del partido, señalan que el control centralizado en unas pocas personas y las decisiones tomadas sin consenso están poniendo en riesgo la unidad interna de la formación, y advierten de “la falta de mecanismos democráticos para la elección de cargos dentro del partido”.
Además, algunos críticos van más allá y señalan que el partido “se ha convertido en un chiringuito“: sobresueldos, presidencia indefinida de Santiago Abascal en la fundación del partido, opacidad en los fondos, etc. Mientras tanto, la cúpula del partido se mantiene enrocada en su posición, a la espera de más movimientos de los críticos.