En medio de una economía global marcada por la inestabilidad, los conflictos bélicos continúan irrumpiendo como un factor de lucro para las principales potencias, reforzando así la visión de que la guerra, más allá de las pérdidas humanas, representa un negocio insoslayable.
El estudio Military Spending and Economic Growth: A 2025 Update de Bichler y Nitzan (2025) señala un claro aumento en la correlación entre la proporción del gasto militar en el PIB y el crecimiento económico. Existe un aumento de 0.77 puntos en dicha correlación a nivel mundial entre 1970 y 2023, y 0.66 en Estados Unidos desde 1923 hasta 2024.
Aunque se matiza la complejidad de este vínculo, la conclusión sugiere que una escalada de la inversión armamentista podría impulsar determinadas métricas de crecimiento, al tiempo que evidencia el interés de los gobiernos por mantener un flujo constante de recursos hacia la industria bélica. De hecho, un estudio de Barnum et al. (2024), llamado Measuring Arms: Introducing the Global Military Spending Dataset confirma que las correlaciones entre el excedente económico y el gasto militar son más altas que nunca en los últimos dos siglos, reforzando la idea de que los grandes volúmenes de riqueza de ciertas potencias se reasignan estratégicamente a la producción de armamento.
Es cierto que el propio estudio de Barnum et al. señala también importantes limitaciones en la disponibilidad de datos: cerca de un 20% de los registros históricos en el conjunto de datos de Capacidades Militares Nacionales (NMC) de COW carecen de información sobre gasto militar. Incluso tras reunir bases complementarias, siguen faltando cifras para el 14.4% de las observaciones. Aun así, del total disponible, el 88.5% se encuentra dentro de ±1 desviación estándar de los rangos estimados para cada país-año, llegando al 99.2% para ±3 desviaciones estándar; por lo que se demuestra estadísticamente riguroso.
Sin embargo, este caracter lucrativo, parece ser unicamente beneficioso para algunos paises, ya que en su estudio The Impact of Military Expenditures on Economic Growth: A New Instrumental Variables Approach, Saeed afirma, con datos de 133 países entre 1960 y 2012, que un aumento del gasto militar (sobre PIB) reduce el crecimiento económico en los países “en vías de desarrollo”. Se observa que en estos casos, de media, aumentar 3.86 puntos porcentuales en gasto militar puede recortar el crecimiento en 4.40 puntos. Lejos de beneficiar a los más desfavorecidos, el estudio remarca que, basado en los datos recopilados, efectivamente el gasto militar a menudo desplaza inversiones cruciales en educación, sanidad e infraestructura.
Es especialmente esclarecedora la correlación positiva entre gasto militar y crecimiento económico en un momento en el que se verifica que, según el conjunto de datos Global Military Spending Dataset (GMSD), el gasto militar mundial se ha triplicado respecto al punto álgido de la Guerra Fría. En este aspecto, nuevamente se señala que la interdependencia económica y militar —especialmente en las grandes potencias, que concentran el 75% del PIB mundial— se revela como una espiral acelerada: cuanto mayor es el excedente, mayores son los recursos que se inyectan en los arsenales.
Estas cifras evidencian cómo, tras la retórica de la estabilidad, subyace el gran negocio de la guerra, impulsado por las mayores economías que encuentran en los conflictos una forma de sostener y acrecentar su hegemonía. Lejos de ser una simple cuestión de “seguridad”, la apuesta por el armamentismo aprovecha las coyunturas críticas —ya sean económicas o geopolíticas— para asegurar beneficios a las industrias militares, a menudo a costa de sacrificar el desarrollo y la paz para amplios sectores de la población mundial.