La República Popular China ha informado este viernes de un aumento interanual del 8,1% en sus exportaciones durante el mes de abril, según datos oficiales difundidos por Pekín.
El crecimiento supera ampliamente la previsión del 2 % que manejaban analistas, en un contexto de tensiones comerciales con los Estados Unidos de América tras la imposición por parte del presidente Donald Trump de un arancel general del 145 % sobre productos chinos.
A pesar del incremento general, las exportaciones al mercado estadounidense cayeron un 21 % en el mismo periodo. Según Al Jazeera, los analistas apuntan a una posible redirección de las exportaciones chinas hacia otros mercados como factor clave en el repunte.
La publicación de los datos coincide con la inminente reunión en Ginebra entre el enviado comercial chino, He Lifeng, y el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, prevista para este fin de semana.
Este será el primer contacto oficial bilateral desde que ambos países impusieran aranceles de represalia —del 145 % por parte de EEUU y del 125 % por parte de China—, iniciando una nueva etapa en la guerra comercial.
Fuentes citadas por Reuters señalan que en el entorno de Pekín existiría cierta preocupación por el impacto económico de estos aranceles y el riesgo de un eventual aislamiento internacional, dado que algunos socios comerciales de China han iniciado negociaciones individuales con Washington. Sin embargo, estos supuestos temores no han sido confirmados por las autoridades chinas.
Respecto al contexto económico, Lynn Song, economista jefe para China en ING, declaró que “los informes sobre la muerte de las exportaciones chinas parecen haber sido muy exagerados”.
No obstante, Zichun Huang, de Capital Economics, advirtió que el crecimiento actual podría revertirse más adelante: “Las exportaciones a EEUU seguirán cayendo en los próximos meses, y no todo será compensado por el aumento del comercio con otros países”.
Por su parte, según una fuente citada por Reuters, Pekín habría rechazado una propuesta de Trump para una reunión directa con el presidente Xi Jinping, debido al temor a “una interacción hostil no guionizada” que supondría “una pérdida de cara inaceptable” para el mandatario chino.