Las negociaciones nucleares entre los Estados Unidos de América y la República Islámica de Irán atraviesan un momento de máxima tensión e incertidumbre.
Tras cuatro rondas celebradas desde abril en Omán, con la mediación de este país, ambas partes reconocen avances técnicos, pero persisten diferencias clave: Washington exige el cese total del enriquecimiento de uranio, mientras Teherán insiste en mantener ese derecho bajo supervisión internacional.
Irán aún no ha confirmado su participación en una quinta ronda de conversaciones, alegando “contradicciones y cambios de postura” por parte estadounidense y reiterando que “no renunciará a su programa nuclear con fines pacíficos”.
En este contexto, el presidente Donald Trump ha confirmado que Estados Unidos ha presentado una oferta formal a Irán para resolver la crisis nuclear, advirtiendo que “pasará algo malo” si Teherán no responde favorablemente.
Sin embargo, el Gobierno iraní niega haber recibido una propuesta concreta y acusa a Washington de enviar mensajes contradictorios.
Irán mantiene como condición el levantamiento de las sanciones y rechaza cualquier imposición unilateral, mientras el canciller Abas Araqchi recalca que el enriquecimiento de uranio “no es negociable” y que el país “está dispuesto a dialogar solo sobre la base del respeto mutuo”.
La presión internacional se ha visto agravada en los últimos días por informes de inteligencia citados por CNN apuntan a que el Estado de Israel estaría preparando un posible ataque contra instalaciones nucleares iraníes.
Desde Washington han confirmado que Tel Aviv considera esta opción “ante el estancamiento diplomático y el avance del programa nuclear iraní”, lo que eleva el riesgo de una escalada militar en la región.
Mientras tanto, Omán continúa ejerciendo de mediador y se espera que anuncie próximamente si habrá una nueva ronda de negociaciones, en un clima marcado por la desconfianza mutua y la amenaza de un conflicto mayor a escala regional.