La llegada del verano a las playas españolas se traduce, cada año, en un aumento de las restricciones y el endurecimiento de las sanciones para los usuarios. Lo que antes eran simples advertencias, hoy se han convertido en un auténtico catálogo de prohibiciones que afectan a casi cualquier actividad cotidiana en la arena, bajo la amenaza de multas que pueden alcanzar los 60.000 euros.
Dormir sobre la arena, jugar a la pelota, escuchar música con altavoces, llevarse una simple concha o incluso fumar en determinadas zonas, son solo algunas acciones de la lista de “conductas sancionables” que crece cada temporada. En la mayoría de playas urbanas y naturales está prohibido acampar o pernoctar, con multas que pueden llegar a los 1.500 euros incluso por pasar la noche tumbado en la toalla. El acceso con perros está vetado en la mayoría de arenales durante la temporada alta, salvo en contadas excepciones. Las autoridades también han declarado la guerra a la música alta, prohibiendo altavoces y radios que “molesten” a otros bañistas, como ya ocurre en varias ciudades.
El control llega a extremos absurdos: en algunos municipios, el mero hecho recoger arena, conchas o moluscos puede costar hasta 60.000 euros de sanción. Las restricciones afectan también a la pesca, la instalación de tiendas de campaña, la realización de barbacoas, el uso de bengalas, fumar en playas “libres de humo”, reservar espacio con objetos, o cualquier acción que “altere el entorno” o “la convivencia”.
Las justificaciones oficiales hablan de “proteger el ecosistema”, “garantizar la seguridad” y el “disfrute” de todos, pero lo cierto es que cada año aumenta la sensación de vigilancia y control sobre los usuarios. Las playas, que por ley deben ser públicas y gratuitas, se han convertido en espacios donde la libertad de uso está cada vez más limitada por ordenanzas municipales y la Ley de Costas. Una realidad que transforma la experiencia veraniega en un recorrido de obstáculos normativos, donde el desconocimiento de la norma no exime de la sanción y donde casi cualquier gesto cotidiano puede acarrear una multa.
Entre las restricciones más extendidas destacan las siguientes:
- Juegos de pelota y deportes: Prohibidos en la mayoría de playas fuera de zonas habilitadas. Málaga impone multas de hasta 3.000 euros por jugar a las palas en áreas no permitidas; en Benidorm, la sanción puede llegar a 750 euros, y en Cádiz, incluso 100 euros por tan solo un partido informal en la orilla.
- Fumar y vapear: En 2024, 714 playas fueron declaradas “libres de humo”, a las que se les suman las de este año, lo que se traduce en multas de hasta 450 euros por encender un cigarrillo fuera de las “zonas permitidas”.
- Dormir, acampar o reservar espacio: Prohibido pernoctar o instalar tiendas de campaña en todo el litoral, y también dejar sombrillas o toallas para “guardar sitio” sin estar presente, con sanciones que pueden superar los 1.500 euros.
- Animales domésticos: El acceso de perros está restringido en la mayoría de playas durante la temporada alta, salvo excepciones para perros guía o “playas caninas señalizadas”.
- Recoger arena, conchas o piedras: La Ley de Costas prohíbe expresamente llevarse elementos naturales de la playa, con multas que pueden alcanzar los 60.000 euros.
- Música y altavoces: Está prohibido reproducir música a alto volumen que moleste a otros usuarios. Las sanciones pueden llegar a 700 euros y en muchas playas la vigilancia es constante al respecto.
- Grandes eventos y publicidad: Organizar actividades multitudinarias o hacer “publicidad sin permiso” puede acarrear sanciones de hasta 60.000 euros.
- Pesca, barbacoas y embarcaciones: Restringidas a zonas y horarios concretos; fuera de ellos, la sanción es inmediata.
- Restricciones de acceso y cierres: El acceso a playas de “alto valor ecológico”, como las del Cabo de Gata, está limitado durante el verano para “proteger el entorno”, y los cierres por contaminación, medusas u otras causas han aumentado en el último año.