El presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, ha anunciado la imposición de un arancel del 50% a todas las importaciones brasileñas a partir del 1 de agosto, justificando la medida como represalia directa por el proceso judicial contra el expresidente Jair Bolsonaro y por lo que califica de “ataques insidiosos” de Brasil a “la libertad de expresión” y a “las elecciones libres en EE. UU.”. La carta enviada al presidente Lula da Silva, publicada en Truth Social, introduce una escalada sin precedentes en la relación bilateral entre los países americanos y amenaza con nuevos incrementos si Brasil responde con gravámenes equivalentes.
La decisión no es un caso aislado: forma parte de una estrategia arancelaria global de Trump, que esta semana ha enviado cartas similares a una veintena de países, incluidos aliados tradicionales como Japón y Corea del Sur, imponiendo aranceles de entre el 20% y el 40%. El arancel a Brasil es, hasta ahora, el más alto anunciado y se suma a los ya existentes sobre acero y aluminio brasileños.
Trump argumenta que la relación comercial es “muy injusta” para EE. UU., aunque los datos oficiales muestran que el país norteamericano mantiene superávit en la balanza comercial. Además de cuestiones comerciales, la carta menciona explícitamente la situación judicial de Bolsonaro y las decisiones del Supremo brasileño, lo que ha sido interpretado en Brasil como una injerencia en asuntos internos y una presión política directa. El gobierno de Lula ha convocado una reunión de urgencia y no descarta responder con medidas equivalentes ni acudir a la Organización Mundial del Comercio.

Analistas advierten que el impacto económico sería grave para sectores clave de la economía brasileña, como el acero, el aluminio, la minería y el agronegocio, y que la medida también podría repercutir en la inflación estadounidense a corto plazo.
La política de Trump, lejos de estar dirigida solo a adversarios geopolíticos, afecta también a socios y aliados, y busca forzar la apertura de mercados y la eliminación total de barreras comerciales, especialmente en sectores como la salud privada y las tecnologías digitales.
Finalmente, la ofensiva arancelaria de Trump, aunque genera alarma y debate en Brasil, se interpreta también como parte de una estrategia negociadora que podría no materializarse en su totalidad, según antecedentes de anuncios previos que no llegaron a aplicarse completamente. En cualquier caso, la decisión añade presión a la relación bilateral y abre un nuevo frente de incertidumbre en el comercio internacional, que lleva varios meses encadenando sobresaltos.