La coalición de Gobierno liderada por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu enfrenta su crisis más grave tras el anuncio de abandono del partido ultraortodoxo Degel HaTorah (Judaísmo Unido de la Torá), desencadenado por el fracaso en la aprobación de una ley que permitiera eximir a los estudiantes de la Torá del servicio militar obligatorio.
La salida de Judaísmo Unido de la Torá y sus seis escaños reduce la mayoría de la coalición ultraderechista en la Knéset a un solo voto (61 de 120), exponiendo la fragilidad del Ejecutivo en un momento crucial marcado por el genocidio en Gaza y la presión social interna. La exención de los haredíes del ejército ha sido una fuente histórica de tensiones en la sociedad colonial, y fue revocada por el Tribunal Supremo el año pasado al considerar que suponía “una discriminación respecto a la mayoría secular”.
Esta fractura podría agravarse si el partido Shas, otro aliado ultraortodoxo, decide seguir el mismo camino. En ese caso, Netanyahu perdería su mayoría y sería vulnerable a una moción de censura o a la convocatoria de elecciones anticipadas.
Por ahora, los ultraortodoxos han puesto como condición para un posible retorno la cancelación de las órdenes de reclutamiento enviadas a miles de estudiantes de yeshivot (institutos talmúdicos) que rechazan servir en el ejército.
La crisis estalla en pleno conflicto regional y mientras la popularidad de la coalición se ve erosionada por la influencia creciente de los partidos laicos de extrema derecha y el desgaste por la gestión de la guerra de exterminio y la movilización militar. Expertos y medios israelíes no descartan que, si no se recompone la alianza, Netanyahu se vea obligado a adelantar las elecciones previstas para 2026 a principios del próximo año.
Mientras tanto, el primer ministro busca mantener el control político y evitar un colapso inmediato de su gabinete en plena campaña genocida en Gaza, pero la división sobre el modelo de servicio militar amenaza con paralizar la agenda legislativa y dejar en el aire la continuidad de su mandato.
Fragmentación política
Los acuerdos entre facciones políticas en el seno del Estado de Israel son particularmente complejos debido a la estructura del sistema de partidos y la superposición de ejes ideológicos, étnicos y religiosos. No se trata solo de “izquierda” versus “derecha” en cuestiones como “la seguridad” o la economía, sino que cada bloque ideológico suele estar subdividido por componentes religiosos (judíos ultraortodoxos frente a sionistas laicos), étnicos (ashkenazíes, sefardíes, mizrajíes, árabes, drusos) y distintas concepciones del nacionalismo sionista.
Esto significa que partidos que podrían ser aliados naturales en un bloque, como la derecha o la extrema derecha, están fragmentados entre religiosos, laicos y origen étnico, con intereses y demandas divergentes, especialmente en temas como religión y Estado, el servicio militar obligatorio para los ultraortodoxos o intereses concretos sectoriales vinculados al origen étnico. Los partidos religiosos tampoco son homogéneos: los ultraortodoxos askenazíes (Judaísmo Unido de la Torá) y los sefardíes (Shas) difieren tanto en priorización de agendas comunitarias como en posturas sobre cuestiones sociales y económicas.
Además, la combinación de proporcionalidad en el sistema electoral (lo que facilita la entrada de partidos pequeños) y la necesidad de negociaciones multipartitas para formar gobierno obliga a pactos muy frágiles, llenos de compromisos cruzados y vetos mutuos. Así, para mantener una mayoría, los gobiernos israelíes deben tejer alianzas transversales donde a menudo se sacrifican o postergan prioridades sustantivas de cada bloque, produciendo crisis recurrentes y a menudo anticipando elecciones. Si a ello se le añade que es un Estado que vive en una situación de guerra permanente desde su misma creación en 1948, la inestabilidad política interna está servida.
En resumen, en el Estado de Israel no hay ejes “puros”: los partidos se duplican y fragmentan en función de ideología, religión y etnia simultáneamente. Por eso, los pactos de gobierno son especialmente difíciles, inestables y están sometidos a tensiones constantes.