Una mani, un proyecto

Tras la manifestación de CJS el 14 de diciembre en Madrid, algunos apuntes breves para enfocar lo que viene.

1. Paciencia revolucionaria. El camino hacia el oportunismo está lleno de impacientes. Apreciar el propio trabajo sin sobredimensionarlo, recordar con nitidez a dónde queremos ir y lo lejos, lejísimos que estamos. El entusiasmo puede cegar si no se le dota de bases sólidas. En ausencia de una clase trabajadora organizada en torno al socialismo, la urgencia es una vía hacia el aventurerismo estéril o la claudicación reformista. Por ello: construcción lenta, pero firme, y conciencia clara de los objetivos. Queda todo por hacer, y en esto no hay atajos. “Nunca negociéis con principios, nunca hagáis concesiones teóricas” (Marx).

2. Independencia. El objetivo de esta fase histórica es reestablecer la independencia política del proletariado, sin la cual no es más que un juguete en manos de la clase capitalista. Caminar en esta dirección requiere, en esta etapa iniciática, de volver a convertir el comunismo en un proyecto político coherente, encarnado por un sector consciente y decidido capaz de impulsar el proceso.

3. La alternativa. La alternativa es socialista y revolucionaria o no es alternativa. No vamos a construirla solos, pero tampoco vamos a esperar a nadie. Son los avances los que desbrozan el terreno, hacen palpable la necesidad de tomarse en serio nuestras tareas como comunistas, y permiten discriminar entre quien está aquí por una causa mayor y quien solo quiere perpetuar su grupo cerrado, aunque sea en la marginalidad más desolada. Miremos alrededor: las relaciones de clase van polarizándose, los tambores de guerra suenan cada vez más cerca, y los bárbaros no llaman a las puertas, porque surgen de dentro. Si el mensaje que llama a superar el capitalismo se convierte en fuerza organizada, los oídos dispuestos a escucharlo irán en aumento. Aquí, dos planos, en forma de proyecto, para seguir desarrollando en lo inmediato: primero la unificación, que reúna a los sectores más avanzados en torno a un proyecto revolucionario. Segundo la hegemonía, que comience a escarbar un espacio político, social y cultural para el comunismo.

4. Oposición. Una gran fuerza de oposición al orden político capitalista y todo su sistema de partidos leales: esa es necesariamente la primera forma que tomaría un partido proletario, y su construcción debe ser el objetivo a medio plazo. El fin debe determinar la práctica presente: construir una política del antagonismo, en campaña permanente contra el capital y sus voceros de derecha e izquierda, señalando la necesidad del socialismo y la destrucción del Estado capitalista. Propaganda para extender la conciencia socialista; agitación para convertir la desesperanza en respuesta; teoría para guiar la práctica; organización para transformar el mensaje en potencia.

5. El futuro está ahí. Hay que socavar desde abajo la capacidad de renovación política, ideológica y generacional de la izquierda reformista, y elevar el conflicto con esta hacia públicos más amplios. No vive su mejor momento, es cierto. Presa de su propia impotencia, cruje entre los engranajes del gobierno capitalista o juega a confundir a ingenuos desde una esquina del tablero mediático. Pero es una flor podrida que siempre resurge, y posee el poder arrogante de quien ha manejado un oligopolio. Hoy, sin embargo, es débil en su flanco izquierdo, el de la militancia organizada, y entre una juventud a quien ya no entusiasma. Cada militante que comprenda que con ellos no vamos a ninguna parte es un activo para las luchas futuras. Cada paso en asentar organizaciones fuertes es una victoria contra su modelo de partidos vacíos, sostenidos por cuatro notables y el dinero del Estado. Cada avance en expandir la teoría marxista es una victoria contra su confusionismo ideológico. Cada nuevo joven educado en el comunismo es un figurante menos en sus chiringuitos. Avanzar en la ruptura política; expandirla y ampliarla, hacer que tome un cuerpo política, ideológica y organizativamente independiente.

6. Dos pilares. El primero, la claridad política: la conciencia de los objetivos y los medios para conseguirlos. Claridad es también capacidad para la clarificación permanente, hacia dentro y hacia afuera. Hay mucho que aprender, también de lo que enseña la propia práctica. Y también hay mucho que explicar: necesidad de la conquista del poder, Estado socialista, construcción de una sociedad sin clases. El segundo, organización, funcional y sólida, y capaz de lograr un arraigo creciente entre la clase. Muchos grupos comunistas han vivido demasiado tiempo en un limbo. La organización comunista tiene que volver a incrustarse y ser capaz de tener un impacto más que testimonial en la vida cotidiana de nuestros barrios y todos los espacios de lucha.

7. Luchar a tres niveles. A nivel ideológico, combatir las ideas del enemigo: el choque constante entre la visión del mundo socialista y el carnaval de mentiras de un capitalismo decadente y sus palmeros. A nivel político, decíamos, la capacidad de ofrecer un proyecto general coherente, dar una voz revolucionaria a la clase, y que ello tome forma en cada conflicto y cada desafío. Al nivel de la calle, la capacidad de respuesta frente a la barbarie, allí donde se exprese, desde la primera línea de lucha.

Vamos con ello.