Este 17 de diciembre, Igor Kirillov, teniente general y jefe de las Tropas de Defensa Radiológica, Química y Biológica de Rusia, fue asesinado en Moscú junto a su asistente, Iliá Polikárpov, por la explosión de un artefacto colocado en un scooter eléctrico cerca de su residencia en la avenida Ryazanski. La explosión, que causó daños significativos en los edificios cercanos, fue atribuida a un atentado, y las autoridades rusas han arrestado a varios sospechosos, incluido un ciudadano de Uzbekistán, quien según los investigadores fue reclutado por los servicios de seguridad ucranianos (SBU). Fuentes del SBU confirman a medios internacionales que el ataque fue llevado a cabo bajo sus órdenes.
Kirillov, de 54 años, era uno de los oficiales de mayor rango en el ejército ruso y estuvo involucrado en el desarrollo de armas químicas y nucleares. En los últimos años, fue un portavoz prominente del Kremlin, realizando acusaciones contra Ucrania y Occidente. Justo antes de su muerte, Ucrania lo había señalado como “responsable del uso de armas químicas contra sus fuerzas”. El Comité de Investigación de Rusia, que está tratando el caso como un acto de terrorismo y asesinato, ha prometido “vengar su muerte”, mientras que figuras del gobierno ruso han señalado a Kiev como el responsable.
El asesinato de Kirillov es uno de los de mayor perfil dentro de Rusia desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en 2022. Aunque varios generales rusos han muerto cerca de las líneas del frente, Kirillov es el primer alto oficial asesinado dentro de Rusia. Mientras tanto, Ucrania ha reiterado que sus acciones están dirigidas contra figuras responsables de crímenes de guerra, aunque el atentado y las reacciones posteriores han aumentado las tensiones en la región.