El posible envío de tropas europeas a Ucrania ha resurgido como tema de debate tras la reelección de Donald Trump en Estados Unidos. La idea, planteada inicialmente en 2023 por el presidente francés Emmanuel Macron, busca, supuestamente, “reforzar la disuasión frente a nuevas agresiones rusas y sostener un eventual alto el fuego negociado entre Kiev y Moscú”. Según fuentes oficiales citadas por el Financial Times, las discusiones actuales contemplarían la formación de una fuerza europea de entre 40.000 y 50.000 soldados que asumiría roles de “estabilización y apoyo”, como la defensa de infraestructuras críticas y el entrenamiento de tropas ucranianas.
Aunque países como los Estados Bálticos respaldan esta propuesta, otros, como Polonia y Alemania, han expresado sus reservas. Friedrich Merz, líder de la CDU y posible sucesor de Olaf Scholz como canciller, aún no ha adoptado una postura clara al respecto. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y el primer ministro británico, Sir Keir Starmer, se reunirán el próximo 3 de febrero para evaluar la viabilidad de esta misión. Según Camille Grand, experto del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, “cualquier fuerza desplegada debería ser suficientemente robusta para disuadir ataques rusos sin implicar un compromiso directo de la OTAN”, con el fin de evitar una escalada del conflicto.
Sin embargo, todas las medidas adoptadas hasta ahora que suponían dar un paso más allá, se han traducido en una escalada de tensiones con Moscú. En cambio, todas las amenazas y ataques agravados hacia Rusia no se ha traducido en ventajas para Ucrania en el frente. El “éxito” de esta iniciativa dependería, según los analistas citados por Financial Times, de “un acuerdo de paz sólido con Rusia”, algo que sigue siendo incierto dada la postura belicista occidental, el maximalismo ucraniano y el avance paulatino de Rusia en el frente. En este contexto, Volodímir Zelenski ha advertido en Davos que “la inacción europea podría llevar al continente a perder relevancia geopolítica”. Mientras tanto, el Reino Unido, el Estado francés y los países nórdicos se perfilan como los principales posibles contribuyentes a esta misión, que podría replicar modelos previos como la operación KFOR en Kosovo.