Las empresas chinas se enfrentan a una nueva ronda de aranceles por parte de Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump, quien ha prometido imponer una tarifa del 10% a las importaciones desde China a partir del 1 de febrero. Esto ha llevado, según la BBC, a que muchas compañías a replanteen sus estrategias, con algunas trasladando su producción a países del sudeste asiático, como Vietnam y Camboya, para evitar los costos adicionales.
En fábricas como la de Jiangsu, que solía exportar un millón de botas de cuero al año, la incertidumbre ha crecido. Empresas como Nike y Adidas ya han diversificado su producción fuera de China, mientras que fabricantes locales evalúan seguir el mismo camino. No obstante, esto podría afectar a miles de trabajadores chinos que dependen de estas fábricas para su sustento, generando una posible crisis laboral en el sector manufacturero.
A pesar de los desafíos, China sigue siendo un actor clave en el comercio global, con exportaciones en aumento y nuevas inversiones en manufactura avanzada. El gobierno de Pekín ha expresado su disposición a negociar, advirtiendo que “una guerra comercial no beneficiará a ninguna de las partes”.