Los delitos convencionales en el Estado español caen un 11 % en los últimos 20 años

Se reporta un 35% de personas migrantes encarceladas “por error”, frente a solo un 6% de autóctonas.

Imagen de archivo de la Unidad Psiquiátrica de la cárcel Sevilla II.
Foto: Gorka Lejarcegi.

La evolución demográfica y los datos oficiales sobre delincuencia en el Estado español desmontan narrativas simplistas: mientras proporción de la población extranjera creció del 8.3% (2004) al 18.2% (2024), la delincuencia convencional (excluyendo ciberdelitos) se redujo un 11%. Los 2.4 millones de infracciones en 2024 apenas superan en un 7% las de 2010, ajustándose al crecimiento poblacional (4.5%).

Este desplome de la delincuencia convencional (–11%) se explica por causas socioeconómicas, no demográficas. De hecho, los hurtos (–20%), robos con fuerza (–40%) y sustracciones de vehículos (–50%) cayeron desde 2010, mientras estudios econométricos como Delincuencia juvenil en España: Un Análisis empírico tras la crísis económica de 2008 revelan que cada punto de paro juvenil (15-24 años) aumenta entre 0.5% y 1% la delincuencia en menores de 25 años. Se reporta, además, que el acceso a la educación es fundamental, ya que cada año adicional de escolarización reduce los delitos entre un 3 y 5%. 

Asimismo, la exclusión social multiplica la probabilidad de que se cometan delitos comunes; hecho que se hace patente en zonas con baja cohesión social y servicios públicos degradados o ausentes, donde por norma, se registran hasta un 20% más de delitos.

Por su lado, la densidad urbana (cada +1.000 hab/km²) eleva un 2% los delitos violentos, fenómeno ligado a lo que se denomina como “segregación espacial” que expulsa a los sectores más pobres a las periferias.  Por su lado, se observa que el turismo genera picos de hurtos, pero no violencia grave, aunque sí agrava la exclusión si deteriora las condiciones de vida locales. 

La evolución demográfica y delincuencial en el estado Español desmonta con cifras contundentes las narrativas simplistas que pretenden establecer una relación causa-efecto directa entre inmigración y delincuencia. El hecho es que mientras la población extranjera duplicó su peso en apenas dos décadas –pasando del 8.3% en 2004 al 18.2% en 2024–, la criminalidad convencional experimentó un descenso sostenido del 11%. Este contraste no es anecdótico: las 2.4 millones de infracciones registradas en 2024 apenas superan en un 7% las de 2010, ajustándose casi punto por punto al crecimiento poblacional (4.5%).

Las cárceles están llenas de pobres

Este dato refuerza la amplia evidencia académica: “Las cárceles españolas están llenas de pobres, no de inmigrantes” tal y como puntualiza Zúñiga Rodríguez en el estudio Política criminal o varios reportes de las Naciones Unidas, entre otros. Además, es importante destacar que la gran mayoría de los estudios sobre las causas de la delincuencia demuestran que el color de la piel o la etnia no son factores que generen criminalidad, como sí lo es la pobreza o la exclusión social. Los pocos estudios que sugieren lo contrario suelen omitir estas variables clave, las cuales afectan en mayor medida a las personas migrantes y sí están reconocidas como causas estructurales de la delincuencia.

La paradoja se profundiza al analizar la sobrerrepresentación de extranjeros en el sistema penal. Pese a constituir el 18.2% de la población, suponen el 24% de los detenidos. Sin embargo, solo el 17.8% de los condenados son extranjeros, revelando un sesgo en la fase policial. Mientras el 94% de los nacidos en el Estado español detenidos terminan condenados, este porcentaje se desploma al 65% en el caso de las personas migradas. Este sesgo se agrava al observar el contexto de las cárceles, ya que los presos nacidos en el extranjero triplican a los autóctonos en prisión preventiva (30.24% frente a 10.7%), y sus oportunidades de libertad condicional se han reducido drásticamente (del 7.3% en 2018 al 2.9% en 2022).

Esta tendencia, de hecho, no es exclusiva del Estado español. Un metaanálisis de 50 estudios internacionales confirma que, cuando se analiza la evolución temporal, la correlación entre inmigración y delincuencia es claramente negativa (-0.147). En EE.UU. por ejemplo, el 70% de 200 áreas metropolitanas redujeron su criminalidad entre 2000 y 2016 pese al aumento migratorio, con ciudades como Nueva York o Los Ángeles liderando caídas históricas.