El robo de joyas del Louvre revela graves fallas de seguridad
“Delincuentes comunes” de los suburbios obreros parisinos habrían robado 102 millones en joyas en el museo más visitado del mundo; la contraseña del sistema de cámaras era 'LOUVRE'.
El espectacular robo de joyas históricas valoradas en 102 millones de dólares en el Museo del Louvre sigue poniendo en evidencia graves deficiencias en la seguridad del museo más visitado del mundo. Según la fiscal de París, Laure Beccuau, los detenidos no son “profesionales del crimen organizado”, sino “pequeños delincuentes” procedentes de los barrios obreros del norte de la capital, lo que vuelve a cuestionar la capacidad de vigilancia de una de las instituciones culturales más emblemáticas de Europa. La operación, ejecutada en menos de siete minutos con un montacargas y sierras radiales, sorprendió por su naturaleza rudimentaria y audaz, más que por su precisión.
El diario Libération publicó una investigación que revela que el sistema de seguridad del Louvre arrastraba fallas estructurales desde hace años. Auditorías internas y de la Agencia Nacional de Seguridad de los Sistemas de Información (Anssi) descubrieron que para acceder al servidor que gestionaba las cámaras bastaba introducir la contraseña “LOUVRE”. Los expertos también identificaron sistemas informáticos obsoletos —como equipos con Windows 2000 y antivirus sin actualizar— que dejaban expuestas las redes críticas de videovigilancia y control de accesos.
Los informes, mantenidos en secreto durante casi una década, ya advertían que el museo conocía las vulnerabilidades y no actuó a tiempo. Una auditoría de 2017 calificó las deficiencias de “graves” y urgía al Louvre a migrar sus sistemas y reforzar su personal de seguridad. Sin embargo, documentos recientes citados por Libération señalan que varios programas esenciales, como el sistema Sathi de la empresa Thalès, seguían sin mantenimiento y figuraban en una lista oficial de “software que no se puede actualizar”.
Mientras el botín sigue en paradero desconocido, la ministra de Cultura, Rachida Dati, reconoció ante el Senado que “las fallas en la seguridad realmente existieron” y prometió “medidas de urgencia”. Sin embargo, el caso del Louvre ya ha creado una imagen de debilidad simbólica del Estado francés, que mantiene una de sus mayores joyas del "orgullo nacional" bajo precariedad tecnológica y desinversión pública, operando con infraestructuras informáticas anticuadas y dependientes de contratistas privados ineficientes.