China avanza en proyectos energéticos con Israel
Empresas chinas se adelantan en la construcción de plantas energéticas conjuntas con los sionistas, mientras Pekín se abstiene en la votación sobre el plan de Trump para Gaza.
En medio de la errática relación comercial y diplomática en la que se encuentra la Unión Europea por tener que guardar las formas ante el genocidio en Palestina, la República Popular China ha aprovechado para tomar la delantera y asegurar contratos millonarios a través de empresas privadas israelíes. Según Jerusalem Post y Globes, Dalia Energy firmó acuerdos con CHEC, HEI y THCC para construir las centrales Dalia 2 y Eshkol Avshel, con presupuestos de 3.8 y 3.3 mil millones de shekels, respectivamente.
China Harbor, parte del consorcio que ganó estos contratos, había sido previamente descalificada de la licitación para un puerto-refinería en Haifa (Palestina ocupada) por motivos de "seguridad nacional", aunque la compañía apeló ante la justicia antes de retirarse para evitar una sentencia contraria a sus intereses empresariales. La firma también ha trabajado en la central Kesem, donde el Consejo de Seguridad Nacional no detectó problemas por tratarse únicamente de contratos de construcción, y en el almacenamiento bombeado Kochav Hayarden, con inversión de 2 mil millones de shekels, construido por PowerChina. Los contratos incluyen tanto trabajos de construcción como participación accionarial en plantas energéticas, como PMEC, que posee hasta un 33,3% de la central Alon Tavor junto a socios israelíes, consolidando la presencia de capital chino en instalaciones críticas de la ocupación sionista.
Empresas chinas habrían evitado las restricciones impuestas por el Comité de Revisión de Inversiones Extranjeras de Israel canalizando sus contratos mediante firmas privadas, evitando los bloqueos previos en proyectos estratégicos. Al parecer, esto le permite a Pekín adelantarse a la Unión Europea y ganar control sobre la infraestructura energética en la Palestina ocupada por el Estado de Israel, mientras el pueblo palestino queda excluido de cualquier inversión o proyecto de construcción estatal, lo que contrasta con la retórica aparentemente "neutral" de Pekín sobre la cuestión Palestina. Más allá de que el gigante asiático se haya abstenido junto con Rusia en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el plan de Trump para Gaza, todo este patrón de exportación de capital chino evidencia la transferencia de recursos críticos a empresas extranjeras dentro de un territorio ocupado, reforzando la ocupación y perjudicando directamente a la población colonizada y masacrada.
Mientras tanto, EE.UU. trata de contener la penetración china en sectores estratégicos de países aliados y advertir sobre "riesgos de seguridad". Los recientes acuerdos financieros y militares entre Washington y Arabia Saudí son muy reveladores al respecto: Riad asumirá un papel aún más destacado como lugarteniente de los intereses imperialistas estadounidenses en Oriente Medio, al tiempo que Washington trata de atar en corto a sus socios ante un escenario de disputa ajustada y acelerada con China, donde parece que todo cuenta y todo vale, y los esquemas de bloques tradicionales parecen desdibujarse en algunos casos.