El consenso social expresado en las calles sobre la necesidad de bajar los alquileres es inequívoco, pero su sencillez inevitablemente plantea preguntas: ¿Cómo los bajamos? ¿A costa de quién? ¿Qué pasa con los sueldos? Los alquileres deben bajar, pero ¿Qué pasa con las hipotecas?