El futuro de la infancia se enfrenta a desafíos sin precedentes, que podrían transformar drásticamente la infancia del mundo para 2050. Un informe de UNICEF, publicado este miércoles con motivo del Día Mundial de la Infancia, alerta sobre los efectos que tendrán tres grandes megatendencias globales: las crisis climáticas, los cambios demográficos y el impacto de las nuevas tecnologías. Estos fenómenos afectarán profundamente las condiciones de vida de los niños y niñas en todo el mundo.
El informe de UNICEF destaca la creciente amenaza de las crisis climáticas, que ya se están manifestando de manera extrema. Según las proyecciones, el número de niños y niñas expuestos a olas de calor extremas podría aumentar hasta ocho veces para la década de 2050. Igualmente, la cantidad de niños expuestos a inundaciones extremas causadas por crecidas de ríos se triplicará, mientras que los niños expuestos a incendios forestales extremos aumentarán en casi el doble en comparación con la década de 2000. Estos riesgos no solo dependerán del clima, sino también del acceso de cada niño o niña a recursos básicos como viviendas adecuadas, agua potable y educación, lo que marcará la diferencia en su capacidad para sobrevivir a estas perturbaciones.
Otro desafío significativo es el cambio demográfico. Se prevé que en 2050, África Subsahariana y Asia Meridional concentrarán la mayor parte de la población infantil mundial. En contraste, la proporción de niños y niñas en Europa Occidental y Asia Oriental caerá por debajo del 17% en 2050, frente al 29% y 20%, respectivamente, en el año 2000. Este cambio demográfico presentará un reto para los países en términos de distribución de recursos: algunos deberán ampliar los servicios destinados a una población infantil en crecimiento, mientras que otros deberán hacer frente a las necesidades de una población cada vez más envejecida.
En el ámbito tecnológico, el informe subraya la brecha digital global, que sigue siendo alarmante. En 2024, más del 95% de las personas en países de ingresos altos tienen acceso a Internet, mientras que solo un 26% de la población en países de ingresos bajos tiene conexión. Además, la falta de competencias digitales en los jóvenes de estos países afectará su capacidad para utilizar de manera eficaz las herramientas tecnológicas en la educación y en sus futuros empleos, agravando aún más estratificación educativa y social existente.