Abu Mohammed al-Jawlaini, nacido en 1971 en Siria, es el candidato más firme a dirigir parte del país tras la caída de Al Assad. Al-Jawlaini se ha dado a conocer por ser el líder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo salafista considerado como la rama más poderosa de la oposición en el noroeste de Siria. En 2017, el Departamento de Estado de EEUU y la embajada estadounidense en Siria ofrecían una recompensa de 10 millones de dólares por encontrarlo.
Su carrera comenzó en la década de 1990 cuando se unió a los Hermanos Musulmanes. En 2003, al-Jawlaini fue detenido en Irak por su participación en la insurgencia, donde estrechó sus lazos con Al Qaeda y otras facciones. Tras su liberación, regresó a Siria al estallar la guerra civil en 2011, uniéndose al Frente al-Nusra, una facción que inicialmente operaba como la rama oficial de Al Qaeda en Siria, coaligada con el ISIS.
En 2016, al-Jawlaini abandonó Al Qaeda y fundó Hayat Tahrir al-Sham, pero mantuvo los mismos objetivos, incluyendo la instauración de un estado islámico en Siria. Aunque HTS ha intentado distanciarse de la etiqueta de Al Qaeda, sigue siendo un grupo profundamente vinculado a la ideología y tácticas de esta red internacional. Al-Jawlaini ha mantenido una relación pragmática con actores internacionales, como Turquía, a pesar de que HTS sigue siendo considerado un grupo terrorista por Estados Unidos y otros países.
Su grupo ha buscado moderar su imagen, concediendo una entrevista a la CNN, por ejemplo. A pesar de ello, los medios occidentales y la propia Casa Blanca no pueden disimular este tipo de figuras. En los discursos de los representantes y los medios de comunicación, ya se perciben dudas sobre qué forma de gobierno le depara a Siria bajo el control de HTS y otros grupos. Tampoco está claro qué podría suceder con las disputas entre las distintas facciones de la oposición, que ahora tiene que repartirse el poder.