El 7 de diciembre de 2024, las negociaciones entre Rusia, Turquía e Irán sobre la situación en Siria tomaron un giro decisivo, con Moscú buscando garantías de que sus bases estratégicas en el país no serán atacadas durante el período de transición. Esta presencia incluye el puerto de Tartús y el aeródromo de Jmeimim, instalaciones fundamentales para el envío de armas y tropas rusas a África y otras regiones del Medio Oriente. Según recuerda el diario The Wall Street Journal, estas bases representan el único acceso de Rusia a la logística marítima en el Mediterráneo, crucial para la operación de sus tropas en África, especialmente en Libia, Mozambique y otros países donde opera el grupo Wagner.
El conflicto en Siria ha sido un pilar en la política exterior rusa desde 2015, cuando el Kremlin decidió intervenir militarmente para apoyar al gobierno de Bashar Al-Assad. A pesar de la caída de la República Árabe Siria y el exilio de Assad a Moscú, la importancia de estas bases para la movilidad militar rusa no ha disminuido; al contrario. El puerto de Tartús, donde la flota rusa tiene un centro de apoyo logístico, y el aeropuerto de Jmeimim, utilizado para el transporte de tropas y material bélico, continúan siendo elementos clave de la estrategia rusa en la región. Además, la conexión aérea que atraviesa Irán y Siria es vital para los movimientos de tropas hacia África, como explica el politólogo Fiódor Lukiánov en RT, quien destacó la transición” hacia una era de potencias regionales”, con Rusia intentando consolidarse como un actor dominante en estas zonas clave.
Las bases rusas en Siria, que se mantienen por el momento, no solo sirven para operaciones militares, sino también como puntos de control sobre recursos estratégicos. El vínculo económico entre el Kremlin y Damasco, que incluye acuerdos sobre petróleo y gas, ha sido fundamental para Moscú, a pesar de las dificultades internas y externas que enfrenta Rusia, incluidas las sanciones internacionales. La muerte del oligarca Yevgueni Prigozhin y la posterior reestructuración del grupo de contratistas Wagner, también señala un cambio en las dinámicas de poder en Siria y en la política de defensa rusa. El futuro de estas instalaciones depende de las negociaciones actuales y de la evolución de la situación política interna en Siria, lo que podría alterar las proyecciones estratégicas de Moscú en la región y más allá.