Rusia reduce su presencia militar en Siria, pero asegura el control de sus bases estratégicas

Moscú reestructura su despliegue en el norte sirio tras la caída de Al Assad, mientras negocia con el nuevo liderazgo local para mantener influencia geopolítica en la región.

Soldado ruso en un vehículo blindado de infantería de un convoy militar que se dirige a la base Hmeimim. 14 de diciembre, 2024.
Foto: Reuters

Rusia ha comenzado a reducir su presencia militar en el norte de Siria, retirando tropas de primera línea y trasladando parte de su equipo pesado a otros destinos, como Libia. No obstante, el Kremlin ha asegurado que no tiene intención de abandonar sus bases estratégicas de Hmeimim (aérea) y Tartous (naval), puntos clave para su proyección de poder en el Mediterráneo. Esta maniobra, confirmada por imágenes satelitales y vuelos recientes de transporte de personal y material, refleja un cambio táctico más que una retirada definitiva.

La caída de la República Árabe Siria ha abierto un nuevo capítulo en el país, con un reacomodo de fuerzas y un giro inesperado en las alianzas. Moscú ha iniciado conversaciones con el nuevo liderazgo sirio, incluyendo la organización salafista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo históricamente vinculado a Al Qaeda y designado como terrorista por Rusia, Estados Unidos y Reino Unido. Estas negociaciones, aunque “pragmáticas”, evidencian cierta pérdida de control que Moscú ejercía con Al Assad. En paralelo, potencias occidentales como EEUU, Reino Unido y el Estado francés también han reconocido contactos con HTS, consolidando su influencia en un escenario volátil y fragmentado.

La base naval de Tartus, que garantiza el acceso ruso al Mediterráneo, y el enclave aéreo de Hmeimim siguen siendo los pilares del interés estratégico de Moscú en Siria. Sin embargo, la retirada parcial y la reubicación de recursos sugieren que Rusia está adaptando su estrategia militar a las nuevas dinámicas geopolíticas de la región. Mientras tanto, la creciente presencia de actores como Turquía, Irán y el Estado de Israel, junto con los movimientos de las potencias occidentales, amenaza con convertir a Siria en un tablero aún más complejo, donde intereses extranjeros continúan determinando la vida local.