Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, ha iniciado su tercer mandato con declaraciones contundentes durante el Festival Mundial de la Internacional Antifascista. En su discurso, ha afirmado estar trabajando con Cuba y Nicaragua para preparar una posible defensa armada ante amenazas de intervención internacional. “Nos estamos preparando […] para que, si un día tenemos que tomar las armas y defender el derecho a la paz y la soberanía, dar la batalla en la lucha armada”, declara Maduro. Estas declaraciones responden a las recientes propuestas de intervención promovidas por los expresidentes colombianos Álvaro Uribe e Iván Duque, a quienes calificó de “cobardes” y “narcotraficantes”, e invitó a enfrentarlo “en el campo de batalla”.
Las tensiones políticas se intensifican tras el inicio de este nuevo mandato, marcado por la ambiguedad de la mayoría de los estados del mundo y una falta de reconocimiento por parte de Occidente. A nivel interno, el chavismo ha reforzado su apoyo institucional mediante pronunciamientos de lealtad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), exhibiendo un despliegue militar significativo en medios oficiales. En declaraciones recientes, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, reitera que la FANB “defenderá la soberanía nacional y rechaza las sanciones impuestas por Estados Unidos”, calificándolas de “ilegales” y “contrarias al Derecho Internacional”.
Simultáneamente, la presión sobre la oposición se ha intensificado, con más de 75 detenciones reportadas en las primeras semanas de enero, según la ONG Foro Penal. La Ley Simón Bolívar, aprobada recientemente por el Parlamento chavista, establece severas sanciones contra quienes el Gobierno considere promotores de mensajes que amenacen la seguridad nacional. Este clima de tensión, reforzado por medidas punitivas internacionales y un ambiente interno de propaganda militar, coloca a Venezuela en el foco de la atención internacional por los riesgos de una escalada del conflicto político y social en la región.