El Estado español registró en mayo un aumento del empleo con 195.736 nuevos afiliados a la Seguridad Social, alcanzando por primera vez los 21,8 millones de cotizantes, según los datos difundidos por el Ministerio de Inclusión.
Sin embargo, la letra pequeña de las cifras salta a la vista: la hostelería fue el principal motor del “crecimiento”, con 76.000 nuevos ocupados, seguida por las actividades administrativas, el comercio y la agricultura.
El desempleo nominal descendió, aparentemente, en 57.835 personas durante el mes. Esta evolución laboral se produce en un contexto de crecimiento del PIB superior al de la Eurozona en 2023 y 2024, con perspectivas supuestamente “optimistas” también para 2025, según recoge el análisis del economista Rafael Pampillón, publicado en Expansión.
Sin embargo, el incremento del empleo no se ha traducido en una mejora de la productividad. “El PIB por ocupado sigue sin recuperar los niveles previos a la pandemia”, recuerda Pampillón, lo que sugiere que “se trabaja más, pero no mejor”.
Buena parte del crecimiento se basa en empleos de baja productividad en sectores como la construcción, la agricultura, la hostelería, el turismo o el servicio doméstico, muchos de ellos, además, altamente dependientes de la fuerza de trabajo de personas migrantes.
A ello se suma el estancamiento de los salarios reales desde 2018, según el propio autor. De acuerdo con Eurostat, el PIB per cápita del Estado español fue de 27.740 euros en 2024, situándose en el puesto 14 de la Unión Europea.
La estructura del mercado laboral sigue presentando problemas de fondo, según advierte también la Memoria 2024 del Consejo Económico y Social (CES), que señala como “debilidades persistentes” la baja tasa de actividad, la escasez de “trabajadores cualificados” y la elevada economía sumergida.