El Gobierno de los Estados Unidos de América, presidido por Donald Trump, notificó el martes 22 de julio su intención de retirarse de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). La salida se efectuará el 31 de diciembre de 2026, alegando que su participación “no redunda en el interés nacional”.
La portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, afirmó en un comunicado que la organización “promueve causas sociales y culturales divisivas” y mantiene un “enfoque desproporcionado a la agenda globalista” de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La decisión se produce a pesar del retorno de EE.UU. a la Unesco en 2023 bajo la administración de Joe Biden, que había revertido una salida anterior ejecutada por el propio Trump en su primer mandato.
La directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, lamentó “profundamente” la decisión estadounidense, pero afirmó que “era previsible” y que la organización “se ha preparado para ello”, también en términos presupuestarios. Según explicó, aunque la contribución estadounidense representa el 22% del presupuesto regular de la Unesco, solo supone el 8% del total, que incluye “aportaciones voluntarias”. Azoulay destaca que no se prevén recortes de personal ni de programas esenciales, y recuerda que muchos proyectos, como la reconstrucción del casco histórico de Mosul (Irak), se desarrollaron sin financiamiento estadounidense.
El secretario general de la ONU, António Guterres, también expresó su “profundo pesar” por la retirada, subrayando que la participación de los Estados es “clave para cambiar aquello con lo que no se está de acuerdo dentro del sistema multilateral”.
Según fuentes citadas por EFE, se trata de una “decisión política personal” que no responde a ninguna revisión reciente de la situación de la Unesco. EE.UU., país fundador de la Unesco en 1945, se retirará por tercera vez en su historia, tras salidas anteriores en 1984, bajo Ronald Reagan, y en 2017, en el primer mandato de Trump.