En el pueblo granadino de Zafarraya (Andalucía), numerosas temporeras recurren a la prostitución para complementar ingresos debido a los bajos salarios que perciben en el campo. Estas mujeres se ven obligadas venden sus cuerpos por entre 10 y 20 euros, principalmente a otros temporeros y algunos locales. La pobreza generalizada y las insalubres condiciones de vida propician un incremento de enfermedades sexuales y otras patologías poco frecuentes en la zona, como clamidia, gonorrea, sarna o tuberculosis, según relata el personal sanitario local al diario Ideal.
Entre las pacientes también hay muchas temporeras embarazadas que solicitan abortos, pero las condiciones en los alojamientos dificultan la atención adecuada, y el personal ha pedido garantías de seguridad para el centro médico.
Además de las enfermedades físicas, el consultorio atiende a trabajadoras migrantes en condiciones administrativas precarias que buscan registrar su estancia en el Estado español. Según el personal médico, muchos pacientes solo acuden para “figurar en alguna parte”, sin acceso efectivo a tratamientos o medicación, lo que representa otra muestra más de una situación social de vulnerabilidad y exclusión extrema.
La presencia policial es frecuente en la zona, pero las temporeras saben que la policía no está allí para protegerlas; al contrario, suelen cambiar de lugar para evitar controles de la Guardia Civil y Policía Local. Esta realidad a ha sido respondida a menudo con pánico moral por parte algunos vecinos y medios locales, sin atender a la falta opciones y los riesgos sanitarios que enfrentan estas mujeres.