La presencia de Israel Premier Tech en La Vuelta ha sido motivo de escándalo desde el inicio mismo de la competición. Las protestas contra el Estado genocida de Israel y en favor del pueblo Palestino han sido protagonistas en prácticamente cada etapa; protestas que han situado la participación del equipo en el centro del debate público. Sin embargo, lo ocurrido con el paso de la Vuelta por Euskal Herria supone un punto de inflexión clarísimo: el rechazo a Israel ha condicionado completamente la carrera, hasta el punto de suspender el final de etapa en Bilbo. La magnitud y la contundencia de las manifestaciones han desbordado completamente a la policía y los organizadores de la prueba.

El equipo sionista, Israel Premier Tech, publicó un comunicado, indicando que lo acontecido en Bilbo no era solo “dangerous”, sino también “counterproductive to their cause”. A esta línea de argumentación se ha sumado efusivamente la plana mayor del PNV, lehendakari incluido, criticando la forma de la protesta y apelando a la deportividad, el civismo y el respeto. Que los principales afectados por el boicot lo consideren contraproducente ya debería hacernos pensar que las acciones de protesta van bien encaminadas.

Utilizar eventos deportivos y culturales para proyectar una imagen internacional de estado desarrollado y moderno es una práctica financiada y dirigida por el propio estado israelí. Unos cánticos en Eurovisión, un emocionante partido de basket o un equipo de ciclismo pueden disimular las columnas de humo que se elevan al cielo del mundo desde Gaza; aparentar que Israel es otro estado más y no un proyecto colonial cimentado sobre el genocidio del pueblo palestino. Los llamados a separar el deporte y la cultura de la política no hacen sino reforzar esta estrategia de blanqueamiento, o sporstwashing, como gustan de llamarlo los que se inventan nombres nuevos para todo. 

Las protestas alrededor de La Vuelta han hecho saltar por los aires esta maniobra: resulta prácticamente imposible hablar de la carrera sin mencionar la situación en Palestina. El equipo Israel Premier Tech deja un hedor a muerte por todos los pueblos por los que pasa, y hace visible el apoyo popular con el que cuenta el pueblo Palestino. Al mismo tiempo, está quedando en evidencia la complicidad e hipocresía de las élites occidentales que se han apresurado a criticar las protestas mientras siguen sin adoptar medidas efectivas contra Israel. Es innegable, por lo tanto, que la protesta está siendo de todo menos contraproducente.

Mirando a un plazo más largo, el boicot puede tener un impacto relevante en al menos tres direcciones. Primero, los organizadores de eventos culturales y deportivos se lo pensarán mejor antes de incluir a elementos promocionados por el Estado sionista. Segundo, La Vuelta a España deberá replantearse con más cautela su paso por Euskal Herria. No quiero decir, que como pasó entre 1978 y 2011, esta carrera no vuelva a pisar la CAPV o solo pase esporádicamente por Nafarroa; pero ha quedado claro que aquí no se le tiende una alfombra roja. Tercero, la estrategia de la burguesía vasca de promocionar Bilbo como ciudad anfitriona de grandes eventos internacionales ha quedado, por lo menos, tocada. 

Todo esto nos está indicando cual es el camino a seguir: intensificar la presión para lograr la ruptura total de relaciones con el Estado de Israel. Ruptura de relaciones como primer paso para comenzar a frenar el genocidio sistemático del pueblo palestino y avanzar hacia la disolución de un estado colonial y supremacista.