La Segunda Guerra Mundial en Asia y el revisionismo histórico occidental
China y otros países asiáticos jugaron un papel decisivo en la victoria contra Japón, mientras que el enfrentamiento EE.UU.-Japón ha sido sistemáticamente sobredimensionado en la historiografía occidental.

La narrativa predominante en Occidente sobre la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico suele centrarse en la confrontación entre Estados Unidos y Japón, eclipsando el significativo papel que desempeñaron China y otros países asiáticos en la derrota del Imperio Japonés. Historiadores y expertos denuncian que existe un revisionismo histórico que minimiza la contribución asiática y distorsiona la memoria colectiva, en particular con la omisión o relativización de episodios y datos clave que permiten una comprensión más amplia sobre cómo se desarrolló el contencioso en Asia oriental.
China soportó una guerra de resistencia prolongada contra la ocupación japonesa desde 1937 hasta 1945, sufriendo entre 15 y 20 millones de muertes, tanto civiles como militares, según estimaciones académicas. Esto representa más del 90% de las víctimas del teatro oriental de la guerra del Pacífico. Por tanto, la llamada Segunda Guerra Sino-Japonesa fue, por una diferencia abrumadora, el teatro más sangriento y persistente de la contienda en Asia, desgastando de forma crítica al ejército japonés y contribuyendo de manera decisiva al debilitamiento del Imperio nipón durante la guerra. De hecho, algunos historiadores calculan que hasta el 80% de las unidades del Ejército de Tierra japonés estaban desplegadas en China.
El papel de los comunistas en la Segunda Guerra Sino-Japonesa
El liderazgo y la participación activa del Partido Comunista de China (PCCh), bajo el liderazgo de Mao Zedong, fueron esenciales para sostener la tenaz resistencia ante la superioridad militar nipona. En 1935, el PCCh convocó a un Frente Unido Antijaponés para impulsar el movimiento contra la ocupación, donde las fuerzas guerrilleras comunistas realizaron campañas de resistencia ejemplares en diversas regiones, coordinándose con otras fuerzas nacionales para frenar el avance japonés, en momentos en que el Kuomintang mantenía una postura más conciliadora y fragmentada. Los comunistas se ganaron el respeto y la admiración de una parte considerable del pueblo chino gracias a esta resistencia inquebrantable, lo que le proporcionaría las fuerzas para su posterior ascenso al poder en 1949.
La organización comunista, con sus unidades del Ejército Rojo y la movilización popular, afectó significativamente los recursos y posiciones de Japón, haciendo incalculable su contribución a la victoria final. Además, la ayuda soviética a China se consideró un factor clave en la resistencia prolongada, dibujando un complejo escenario internacional que desafía la narrativa simplificada de que pretende falsificar el conflicto a una supuesta "guerra entre Japón y Estados Unidos".
Por si esto fuera poco, las fuerzas y movimientos de resistencia en países como Filipinas, Birmania, Malasia, y Vietnam también jugaron roles fundamentales en el mosaico de la guerra asiática, hostigando constantemente las líneas de suministro japonesas y facilitando las operaciones aliadas. Este conjunto de esfuerzos ha sido silenciado de forma reiterada en la historiografía occidental, que tradicionalmente se concentra en la batalla de Midway, el bombardeo de Pearl Harbor y los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, como mucho.
El revisionismo histórico japonés, por su parte, promovido por algunos sectores ultranacionalistas y refrendado en textos escolares y discursos oficiales, también ha generado controversias y agravios con sus vecinos asiáticos, dado el negacionismo o la minimización de crímenes de guerra como la masacre de Nankín y el uso de mujeres como esclavas sexuales. Este fenómeno ha reaccionado en parte contra la sesgada visión occidental que sobredimensiona el rol estadounidense y clausura un debate necesario sobre las verdaderas dimensiones de la Segunda Guerra Mundial en Asia y el papel que jugaron los pueblos oprimidios alzados en armas en la victoria contra el colonialismo japonés.
Revisionismos que riman
En Europa, la contribución de la Unión Soviética a la derrota del nazifascismo ha sido objeto de un revisionismo homólogo. La URSS soportó el peso principal de la guerra en el frente oriental, con más de 27 millones de ciudadanos soviéticos exterminados por la barbarie nazi y proezas militares como la batalla de Stalingrado y la ofensiva en Kursk, derrotas decisivas que determinaron el curso de la historia. Sin embargo, la narrativa occidental, determinada por el anticomunismo convertido en ideología oficial de Estado que ha marcado las líneas de investigación en las universidades de Occidente, ha buscado suprimir o minimizar este rol esencial, exaltando episodios como el desembarco en Normandía como si fueran los más decisivos.