Por Palestina: no hay vuelta atrás
Madrid qué bien resistes, afirmaba un viejo himno antifascista, y lo cierto es que el pueblo de Madrid resistió y venció ayer contra el blanqueamiento criminal del genocidio, el despliegue policial masivo del gobierno progresista y la arrogancia de unos dirigentes que, como su antecesor Manuel Fraga, creen que la calle es suya. Ayer se levantó el pueblo madrileño, siguiendo la estela de Bilbao, Pontevedra y otras ciudades, y arruinó los deseos de una élite que, en nombre de la importancia de que las protestas sean “pacíficas”, “la imagen de España” o la santidad del deporte, hubiera querido que La Vuelta fuera otro medio más para la legitimación de un Estado sionista que ha matado un niño cada hora desde octubre de 2023.
El mismo Almeida que hace dos días se daba aires de sheriff balbuceaba ayer respuestas incomprensibles; la misma Ayuso que se fotografiaba con el equipo israelí y afirmaba que “La Vuelta terminaría en Madrid” chapurreaba ayer su guión lunático con evidente nerviosismo. Dos sionistas orgullosos, herederos políticos de otras matanzas más lejanas, que hoy recuerdan de lo que las masas son capaces cuando la convicción supera al miedo y la apatía. Los medios de la oligarquía, por su parte, han corrido a intentar separar a los “manifestantes pacíficos” de las “minorías violentas”, ignorando lo obvio: todas las acciones militantes recibieron la aprobación de quienes allí protestaban, y sin el coraje y la determinación de aquellos que, respaldados por decenas de miles de manifestantes, dieron un paso adelante, La Vuelta hubiera seguido su curso de criminal complicidad.
Lo cierto es que el genocidio palestino ha llegado a un punto crítico. Lo que, por el lado de Israel y sus aliados se presenta como el momento de la escalada definitiva —la ocupación y reconfiguración total de Gaza, expulsando o liquidando al conjunto de su población— es, desde la perspectiva de los pueblos del mundo, el punto máximo de hartazgo e indignación con las masacres impunes del sionismo. Esto pone sobre la mesa la posibilidad de abrir una brecha en la legitimidad de los Estados que siguen sosteniendo el proyecto sionista contra la voluntad mayoritaria de sus poblaciones.
Es, por lo tanto, el momento de dar otro paso adelante, la hora decisiva en la que las masas de El Cairo, Madrid o Londres deben alzar un grito de solidaridad que resquebraje la impunidad del imperialismo, la hora de empujar por que las medidas pasadas por agua del gobierno español —esas con las que pretende lavar su complicidad— se conviertan en una ruptura total de relaciones, por que la criminalización de Palestine Action sea un clavo en el ataúd del laborismo británico, por que, en definitiva, el apoyo a Israel cueste muy caro a nuestros Estados, y el movimiento de masas que comienza a emerger gane en organización, fuerza y conciencia.
Las siguientes semanas serán decisivas y tocará poner sobre la mesa dos elementos clave: la determinación militante que sea capaz de organizar e impulsar, por medio de acciones de todo tipo, el creciente movimiento de masas; y un mensaje claro que apunte a la raíz del problema: el sionismo y la estructura imperial sobre el que se erige. Un mensaje que pueda dar voz al internacionalismo proletario, reivindique la resistencia del pueblo palestino y apunte a la destrucción revolucionaria del Estado colonial de Israel como único fin posible de un conflicto que ya se extiende por más de 80 años. Un mensaje que, por último, sea capaz de subrayar que el enemigo también está en casa: es el entramado político y económico del imperialismo, ese que sostiene al criminal Estado sionista, y solo apuntando a su superación podremos combatir sus efectos.
Hoy la causa palestina es la causa de la humanidad, de los resquicios de dignidad que las masas siguen sosteniendo en un mundo dividido en clases y temiblemente abismado hacia la catástrofe, la guerra total y el exterminio impune de todos aquellos que estén en el punto de mira de las élites imperiales. No queda más opción que estar a la altura.