El presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, confirmó este miércoles que declarará al movimiento antifascista, conocido como Antifa, como "organización terrorista nacional", a pesar de que no cuenta con una estructura organizativa como tal.

En un mensaje publicado en su plataforma Truth Social, Trump calificó a "Antifa" como “una organización enferma, peligrosa, radical de izquierdas y desastre”, y anunció que pedirá "una investigación exhaustiva a quienes financian este movimiento".

El anuncio llega días después de que Trump responsabilizara a la “izquierda radical” por el disparo mortal contra el fascista Charlie Kirk y señalara que pondría fin al “terrorismo”, atribuido a "Antifa", si contaba con el respaldo del Gabinete y del Departamento de Justicia. Durante su mandato anterior, Trump ya había amenazado con tomar esta medida en varias ocasiones, especialmente tras las protestas provocadas por el asesinato policial de George Floyd en 2020, aunque hasta el momento no ha llegado a hacer efectiva la designación.

La designación de Antifa como "organización terrorista" se enfrentará a algunas pautas legales previas a su entrada en vigor debido a la descentralización del movimiento, que no tiene una estructura o liderazgo formal definido, lo que deja en la incertidumbre quién o qué será el verdadero objetivo de esta medida represiva. Además, esta acción se enmarca en un contexto de caza de brujas promovida desde la Casa Blanca, que ha utilizado la etiqueta de "terrorismo" para imponer medidas severas contra opositores políticos y figuras críticas, especialmente contra el movimiento propalestino.

Caza de brujas

Algunos observadores internacionales advierten que medidas de este tipo podrían volver a situar a EE.UU. en un escenario homólogo al macartismo, una época en Estados Unidos durante los años 1950-1956 caracterizada por la persecución política extrema, acusaciones de "deslealtad política" o "subversión" sin evidencias suficientes, sin garantías procesales y listas negras contra personas etiquetadas como "comunistas" o "simpatizantes de la izquierda".

El macartismo se distinguió por funcionar como un arma política para eliminar la oposición política, desarticular los movimientos contestatarios y su reputación quedó marcada por cacerías de brujas y juicios irregulares, afectando a numerosos ciudadanos estadounidenses que quedaron condenados al ostracismo, suspendidos de empleo y sueldo o exiliados. Hoy, la designación del movimiento antifascista como "grupo terrorista" muestra una continuidad histórica directa en el uso de técnicas represivas con fines políticos por parte de los sectores más reaccionarios del poder político en Washington.