Un robot lunar soviético operativo desde 1970 abre debate sobre la propiedad espacial
Más de 50 años después, el Lunojod 1 responde a señales desde la Tierra y cuestiona quién puede reclamar derechos sobre objetos y territorios lunares.

En noviembre de 1970, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lanzó el Lunojod 1, el primer vehículo robótico operativo en la Luna, con un peso de 800 kilos y una dimensión aproximada de dos por uno y medio metros. Como recuerda el diario Público en un artículo del pasado 27 de septiembre, este explorador recorrió más de 10 kilómetros en el Mare Imbrium lunar, transmitiendo cerca de 100.000 imágenes durante 322 días, superando ampliamente su vida útil estimada de 90 días, según datos oficiales de la NASA y el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). En 2010, un equipo de la Universidad de California utilizó pulsos láser para comunicarse con el Lunojod, confirmando que aún responde con mil señales fotónicas, lo que ha permitido continuar con experimentos científicos, incluyendo pruebas sobre la teoría de la gravedad de Einstein.
El desarrollo tecnológico soviético estuvo liderado por Alexandr Kemurdzhián, un científico armenio que participó en otros proyectos pioneros como el envío del primer robot a Marte y la creación de robots para limpiar Chernobyl. Su trabajo, inicialmente secreto, fue reconocido décadas después y valorado incluso por técnicos estadounidenses. El Lunojod simboliza un esfuerzo estratégico soviético en la carrera espacial, equiparable en complejidad técnica y riesgo al programa Apolo norteamericano.
En los años 70 y 80, la URSS no tenía como prioridad desarrollar esta tecnología, porque su programa espacial estaba más centrado en enviar más personas y construir la estación espacial MIR. Nunca más pensaron en volver a la Luna o más allá. El último avance en ese sentido fue un transbordador, denominado Burán, que tenía la capacidad de aterrizar como un avión. A pesar de que llegaron a construirlo y a lanzarlo al espacio, el proyecto colapsó, después de veinte años de trabajo, recursos e investigación invertidos, porque la URSS desapareció. Desde entonces, el transbordador ha sido vendido a los australianos y a algún multimillonario "filántropo". En teoría, el servicio espacial ruso Roscosmos ha heredado todo ese conocimiento. Pero la tecnología, como decía Alexéi Leónov, astronauta que hizo el primer paseo en el espacio, "no vale para nada sin buenos profesionales". Tras la caída de la URSS, la mayoría se habían marchado a EE.UU.
En un contexto más reciente, en 1993 el Lunojod 2 junto con la sonda Luna 21, ambos aún en la superficie lunar, fueron subastados en Sotheby’s por 68.000 dólares al empresario Richard Garriott, quien reclama la propiedad simbólica de un territorio lunar. Esta situación abre un debate jurídico complejo, ya que el Tratado del Espacio de 1967 prohíbe la soberanía estatal en el espacio, pero no regula la propiedad privada ni la explotación de recursos lunares, lo que podría adquirir importancia práctica dada la presencia de metales raros y otros materiales valiosos en la Luna.
Expertos señalan que la Luna y su exploración robótica constituyen un patrimonio científico y estratégico aún vigente y en disputa, donde algunos tratan de mantener su dominio privado. La tecnología y conocimiento pioneros de la Unión Soviética, lejos de la actual falta de impulso ruso para regresar a la Luna o avanzar en programas espaciales, requiere inversiones, profesionales capacitados y flexibilidad para asumir riesgos, aspectos debilitados por la burocracia y la corrupción, según destaca Garik Israelian, astrofísico del IAC nacido en la República Socialista Soviética de Armenia en 1963, graduado en la Universidad Estatal de Erevan en 1987 con matrícula cum laude en Física y doctorado en 1992. El caso del Lunojod 1 ejemplifica cómo el espacio es también un escenario político y económico, donde la propiedad, el control y la tecnología disputan un papel fundamental para futuras exploraciones y la geopolítica extraterrestre.