Más de 60 millones de toneladas de escombros y munición sin detonar bloquean la reconstrucción de Gaza
Podría demorarse hasta 80 años con un coste estimado en más de 70.000 millones de dólares y una falta absoluta de materiales y logística necesaria.

La reconstrucción de la Franja de Gaza se presenta no solo como un desafío humanitario y político, sino como una tarea matemáticamente inviable en el corto y medio plazo. Las cifras que arrojan los informes de diversas agencias internacionales ponen de manifiesto una realidad donde la escala de la destrucción supera con creces la capacidad logística y material dada sobre el terreno. Según una evaluación conjunta del Banco Mundial, las Naciones Unidas y la Unión Europea, el coste directo de los daños a infraestructuras críticas causado por el Estado genocida de Israel hasta principios de 2024 ascendía a 18.500 millones de dólares, una cifra que informes más recientes de la ONU elevan hasta un coste total de reconstrucción estimado en 70.000 millones de dólares. El nivel de devastación es casi absoluto: el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que el 84% de las estructuras en la Franja han sufrido daños, un porcentaje que se dispara hasta el 92% en zonas como Ciudad de Gaza.
El primer y más monumental obstáculo es la gestión de los escombros. No se trata de empezar de cero, sino de un punto de partida mucho peor: sobre las ruinas. Estimaciones del Servicio de las Naciones Unidas de Actividades relativas a las Minas (UNMAS) y análisis de BBC Verify, basados en datos satelitales, calculan que hay más de 60 millones de toneladas de escombros esparcidos por toda la Franja. Este volumen no es solo hormigón y metal retorcido; entre las ruinas se encuentra una cantidad indeterminada de restos humanos de palestinos que deben ser recuperados y una temible cantidad de artefactos explosivos sin detonar, lo que convierte cada metro cúbico de escombro en una trampa mortal que ralentiza exponencialmente cualquier labor de limpieza y expone a cualquier trabajador a volar en pedazos.
Poner en perspectiva esta tarea requiere un cálculo que revela su verdadera magnitud. Asumiendo un rendimiento teórico y optimista de 120 toneladas de escombros retiradas por excavadora al día, y desplegando un esfuerzo masivo de 200 máquinas trabajando simultáneamente de manera intensiva, se retirarían 24.000 toneladas diarias. A este ritmo, se necesitarían 2.500 días, únicamente para despejar el terreno. Sin embargo, este rendimiento es inalcanzable en la práctica. La presencia de explosivos sin detonar obliga a un trabajo lento y meticuloso, muy alejado de la eficiencia en estándares industriales.
Además, establecer la cadena logística necesaria es inalcanzable: para transportar 24.000 toneladas diarias se requerirían más de 1.200 viajes de camiones de 20 toneladas cada día, lo que implica disponer de una flota operativa, combustible, rutas transitables y un lugar seguro para depositar y procesar los escombros, creando un cuello de botella logístico insuperable en las condiciones actuales. A esto se suma la imperiosa necesidad de buscar y recuperar restos humanos, una labor que prima sobre la velocidad.
Más de 80 años para reconstruir viviendas
Más allá de los escombros, la entidad genocida de Israel ha hecho colapsar por completo la infraestructura básica de Gaza. Según datos de UNICEF, más del 70% de las 600 instalaciones de agua y saneamiento han sido destruidas o dañadas, con un coste de reparación que supera los 1.000 millones de dólares (algunas de ellas en la última semana según la BBC). En el sector energético, el citado informe del Banco Mundial y la ONU cifra en más de un 80% los activos de generación y distribución eléctrica destruidos, con pérdidas de casi 500 millones de dólares. En cuanto a la vivienda, el centro de satélites de la ONU (Unosat) ha confirmado más de 282.000 unidades residenciales dañadas o destruidas, una cifra que la investigadora Shelly Culbertson, de RAND Corporation, advierte que podría tardar 80 años en reconstruirse si se sigue el ritmo de reconstrucciones pasadas, debido a las restricciones en la entrada de materiales de construcción.