Un grupo de ladrones profesionales de cuatro personas llevó a cabo el domingo 19 de octubre un robo espectacular a plena luz del día en el Museo del Louvre de París. Según informa Le Monde, la operación se llevó a cabo en apenas siete minutos, donde los ladrones accedieron a la galería de Apolo —donde se exhiben los joyeles de la corona francesa— usando un montacargas desde la calle para elevarse al primer piso y rompiendo una ventana. Sustrajeron ocho piezas “de valor patrimonial inestimable”, según el Ministerio de Cultura, entre ellas el collar de zafiros de las reinas María Amelia y Hortensia y el diadema de la emperatriz Eugenia, con casi 2.000 diamantes. Los asaltantes lograron escapar en moto, dejando atrás una corona dañada durante la huida.

El ministro del Interior, Laurent Nuñez, calificó a los autores de “cambrioleurs chevronnés” (ladrones experimentados) y aseguró tener “buenas esperanzas” de detenerlos pronto. Emmanuel Macron prometió en la red X que “las obras serán recuperadas y los autores juzgados”. La investigación, a cargo de la llamada "Brigada de Represión del Bandidismo", trabaja en reconstruir la secuencia de seguridad del museo, cuyo sistema de alarmas se activó sin impedir el robo.

El Ministerio de Cultura insistió en que “no hubo fallos en el sistema de protección”, pero el personal del Louvre discrepa y los hechos lo desmienten. Según Le Monde, la galería donde se produjo el robo contaba con cinco agentes de vigilancia —cuatro durante la primera pausa del día, cuando actuó el grupo—. Los sindicatos CFDT-Culture y SUD-Culture denuncian que el plan de modernización de la seguridad fue pospuesto en el contrato de rendimiento 2025-2029, pese a las advertencias reiteradas del personal. “La responsabilidad de la dirección es aplastante”, afirmó SUD-Culture, exigiendo una auditoría "independiente y más personal".

El robo, el más grave en el Louvre desde el célebre hurto de La Gioconda en 1911, reabre el debate sobre la situación de los los museos públicos franceses tras años de recortes. La CFDT alertó de que la preservación del patrimonio “no puede subordinarse a la lógica presupuestaria”. Mientras la dirección del Louvre y el Ministerio de Cultura tratan de contener el demoledor impacto reputacional causado por un robo que pone en evidencia una fragilidad estructural: un museo convertido en símbolo de "prestigio nacional" que, sin embargo, opera con plantillas insuficientes y sistemas de seguridad atrasados frente a un mercado internacional del arte donde las piezas robadas acaban, desmontadas y fundidas o en la colección privada de multimillonarios.