El pasado 24 de noviembre, el presidente estadounidense Donald Trump firmó una orden ejecutiva que lanza oficialmente la Genesis Mission, un programa nacional para aplicar inteligencia artificial (IA) en la ciencia y la tecnología avanzada en Estados Unidos. Según recoge el texto emitido por la Casa Blanca, la misión busca acelerar descubrimientos en áreas críticas como energía nuclear, biotecnología, semiconductores, manufactura avanzada y computación cuántica, utilizando los "datos científicos federales más grandes del mundo".

El Departamento de Energía (DOE) liderará la iniciativa, operando la llamada Plataforma Americana de Ciencia y Seguridad, un sistema de supercomputadoras y entornos de IA destinados a entrenar modelos científicos y automatizar experimentos. Según adelanta el propio decreto, esta infraestructura favorecerá a empresas privadas y laboratorios seleccionados, mientras no se mencionan mecanismos para garantizar que los beneficios se traduzcan en mejoras sociales.

De hecho, el decreto establece que los investigadores y empresas que participen accederán a los datos federales más valiosos, incluyendo información sobre energía, semiconductores, biotecnología y fusión nuclear. Los contratos de "colaboración" y propiedad intelectual estarán controlados por el DOE, lo que asegura protección legal y económica para las corporaciones involucradas, concentrando el poder científico y tecnológico en manos de los aliados del Gobierno y grandes empresas.

Además, este plan llega en un contexto donde la investigación pública en EE.UU. sufre recortes y precarización de empleos científicos, mientras la administración enfatiza la necesidad de “liderazgo global” y “seguridad nacional”, lo que se traduce en priorizar intereses estratégicos y económicos en una competencia que Washington está perdiendo frente a China. Además, el plan retroalimenta temores entre algunos economistas sobre la burbuja de la IA en EE.UU. De hecho, algunas investigaciones ya han alertado que el 40% del "crecimiento" de EE.UU. corresponde a la IA.

El programa promete hitos concretos: en 90 días, identificar los recursos de computación disponibles; en 120 días, seleccionar conjuntos de datos y modelos iniciales; y en 270 días, "demostrar una capacidad operativa inicial para abordar desafíos científicos nacionales".

Finalmente, la orden establece revisiones anuales de avances, resultados científicos y asociaciones, con reportes al presidente. El objetivo final es, en palabras de Washington, "fortalecer la seguridad nacional, la competitividad tecnológica, la productividad laboral y la eficiencia del gasto en investigación", con una relevancia comparable al histórico Proyecto Manhattan que desarrolló el programa nuclear estadounidense, en palabras de la Casa Blanca.