Tras la masiva manifestación del 9 de noviembre en Valencia, en la que unas 130.000 personas salieron a la calle para expresar su descontento por la gestión política de la catástrofe, el tablero de juego se va cerrando en torno a dos bandos claros. Por un lado, los que capitanearon la convocatoria del 9N, base social de Compromís, PSOE y Podemos, que pretende (y, en buena medida, consigue) canalizar toda esa rabia hacia una reedición del gobierno de izquierdas. Por otro, una derecha que, siguiendo la estela de ocasiones anteriores como el 11M o el accidente del metro de Valencia, juega al confusionismo para disolver sus vergüenzas en un relato aceptable para sus parroquianos.
Más allá de la sana sorpresa que causa que un Mazón con más de 200 muertos a sus espaldas siga dando largos discursos y negándose a dimitir, hay que decir que de estos era más que esperable la falta de vergüenza. En lo que respecta al bando socialdemócrata, si bien ha hecho un brillante trabajo mediático para redirigir el foco hacia Mazón, son muchas voces las que está teniendo que silenciar para ello. Empezando por la manifestación del 9N, que se está presentando interesadamente como una protesta sólo contra Mazón, cuando fueron muchos los bloques con manifiesto propio que incluían una crítica general a los empresarios y los políticos del gobierno tanto autonómico como central y que señalaban al sistema capitalista, y muchas las personas individuales que acudieron con un descontento general hacia el circo parlamentario que prioriza los votos y hacia el mercado que prioriza los beneficios.
Es por eso que tenemos la responsabilidad de generar un espacio político para el señalamiento de todos los culpables y del capitalismo como su condición de existencia, dando cabida a unas reivindicaciones más amplias que la maniobra partidista que sólo busca la dimisión de uno de los responsables para dejar hueco al gobierno de otros responsables. La clase trabajadora afectada por la catástrofe, así como todos aquellos que, a raíz de este desastre, están viendo las costuras del sistema capitalista, merecen un espacio en el que expresar su descontento sin estar con ello sirviendo a los intereses de una izquierda institucional que sólo se preocupa por el desastre en la medida en que afecta a sus cuotas de poder.
Por ello, de cara a las próximas semanas, es imperativo señalar a todos los culpables e impugnar el circo parlamentario. Todo lo demás es colaborar con quienes pretenden aprovechar una catástrofe sin precedentes para colocar al PSOE en la Generalitat, perpetuando así el régimen político que nos aboca inexorablemente al desastre.